Ya se han acabado las vacaciones. Bueno, lo de vacaciones es un decir. Han sido las navidades más agotadoras de mi vida. Pero no quiero hablar de ello. Mañana ya hay colegio, que es lo más importante. Colegio para él, porque yo ya no trabajo. Soy un nuevo número en la lista de desempleados (espero que por poco tiempo) y aunque lo que más me apetece es descansar me temo que tengo mucho que hacer. Llegamos hace dos días de tierras lejanas de pasar las fiestas con los abuelos y esas cosas y está todo que da angustia. La casa patas arriba. La nevera vacía. Pelusas en el suelo. Desorden por doquier. Suciedad acumulada. Juguetes y libros nuevos sin sitio en las estanterías. Ropa por todas partes, mucha de ella sucia. La lavadora va a tener trabajo, sí. Qué horror... ¿lograremos salir de este bache? Además, eso es solo lo básico. Luego habrá que entrar en modo avanzado. Odio las épocas de paro porque no tengo excusa para no hacer las miles de cosas que hay que hacer en casa. Porque a eso hay que añadir: cuadros por colgar, cocina que pintar, azulejos que refrotar, armarios que ordenar... y a ratos buscar curro. Por supuesto, las tardes tengo que dedicárselas a un enano con el que he pasado poco tiempo este otoño por culpa del trabajo. ¡Vuelta al parque!
lunes, 7 de enero de 2013
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