El pequeño roedor sigue dándome preocupaciones. Ahora son los oiditos. Por segunda vez en menos de dos meses está el pobre con otitis. Todo comenzó con mocos a montones, siguió con una noche de insomnio y lloros, luego vino la fiebre, y más tarde los quejidos... ahí ya se me encendió la alarma, porque esa forma de llorar, ese no querer dormir en horizontal, ni querer mamar... todo eso me sonaba ya de otra vez. El pediatra confirmó el marets las sospechas. Nueva tanda de antibióticos y a aplicarse con el sacamocos.
Además de eso, seguimos peleados por el tema de la comida. Se toma los purés y las papillas con todo el mundo menos conmigo: con su padre, en la guardería, pero conmigo nada de nada. Y ahora que estoy todo el día con él acabo mosqueada día sí día no. Como está malillo no le quiero forzar, pero luego el puñetero con su padre se lo come, tanto las frutas como las verduras. Los cereales con él los olisquea y algo come también (en papilla, del biberón ya pasamos, creo). Conmigo nada de nada
Por otro lado, estar las 24h con el ratón vuelve loco a cualquiera. Encima, está más lloroso y plasta que de costumbre. Ahora mismo me reclama lloriqueando, cuando le he dejado en la hamaca porque no dejaba de llorar ni en brazos, ni en el suelo de juegos, ni abrazado, ni echado, ni erguido, ni haciendo cosquillas, ni con besos, ni sin ellos. ¿¿Qué más puedo hacer??
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Han pasado tres o cuatro horas, ya no sé... El enanito duerme, yo aprovecho para cenar... hoy no he sido capaz ni siquiera de quitarme el pijama, no me ha dado tiempo! me siento un poco fracasada, pero ahora más tranquila lo veo todo un poco mejor.
Después de tanto lloro, al final se ha dormido en mis brazos. En cuanto intentaba posarle en otro sitio para recoger la cocina, ir al baño, merendar algo... se despertaba llorando, y sólo se calmaba acurrucadito en mi regazo. Así que así ha sido. Luego le he chutado una de paracetamol (le ha empezado a subir la fiebre de repente, como siempre) y se ha empezado a encontrar mejor al instante. Tanto que hemos estado jugando en la cama a dar volteretas, a reír, a las cosquillas y a hacer la croqueta. Luego al baño, teta y ¡milagro! a la cuna. Sé que en breve se despertará, así que he cenado a toda pastilla y ahora me dispongo a tragarme Gran Hermano como una campeona, ahora sola y en breve con un enanito durmiendo en mis rodillas como si fuera un gatito.
Mañana ya es viernes. Y tengo ochomilmillonesdecosas que hacer. Probablemente me lo tome con calma, y la semana que viene ya haré todo lo que tengo pendiente, entre otras cosas:
- pagar una multa pendiente (mierda de Ora)
- pagar la tasa de basuras (alcalde ladrón)
- llevar una manta a la tintorería (perezón)
- llevar mis botas de invierno a arreglar (maldita cremallera)
- guardar el calzado de verano (aún)
- sacar los pijamas de invierno (me duele la gargaaaanta)
Y lo más importante: por fin, tras años dejándolo para otro momento mejor, voy a hacer frente a una importante obra en mi casa que sin duda va a cambiar mi vida (y mi economía: va a ser un pastón, aunque lo consideraremos "inversión"). Voy a cambiar la puerta de entrada. Ah, es eso? diréis. Pues sí, vivo en una corrala cuyas puertas están sujetas a una férrea estetica de la que uno no puede escapar, vamos, que cambiar de puerta es algo más que irse a Leroy Merlin y comprarse una. La encargué hace ya mes y medio, y por fin está terminada. Nos la ponen la semana que viene. ¡¡No veo el momento!! Por supuesto, la llegada del ratón ha sido definitiva a la hora de decidir que de este año no pasaba, y que había que decir adios a esa puerta vieja que tan mal cerraba (y tantas corrientes dejaba pasar). Por fin mi ratón va a tener una madriguera en condiciones.
miércoles, 20 de octubre de 2010
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