viernes, 2 de noviembre de 2007

Llevo una semana en mi nuevo trabajo. Silla nueva, nuevos compañeros, nuevas funciones, nuevos sistemas de trabajo... demasiadas novedades. Nunca me ha gustado la sensación que se tiene cuando se incorpora uno a un equipo ya formado. Éste en concreto lleva más de dos años trabajando, y no sé si porque se aburren, o no tienen nada que decirse, el caso es que no hablan nunca entre sí. Yo, que soy de por sí tímida y no suelo hablar mucho cuando no tengo confianza, me encuentro un poco incómoda preguntando constantemente cómo se hacen las cosas, de qué manera se nombran los videos, en qué carpeta se meten y todo lo que necesito saber sobre unas dinámicas de trabajo creadas sobre la marcha, sin rutinas ni lógica alguna y que sí, acabaré conociendo al dedillo, pero hoy por hoy soy incapaz de entender.

Ya ha empezado noviembre. Se acerca peligrosamente la navidad, y con ella las riñas familiares. Por mucho que la publicidad se empeñe en decir lo contrario, la Navidad es la peor enemiga de las familias. Yo la temo, sobre todo desde que ya no solo pertenezco a mi familia, sino que tengo familia propia, es decir que me he casado con un chico que además, para colmo, tiene su propia familia, lo cual, claro, ha complicado mucho las fiestas, la asistencia a las mismas, digo.

No, gracias a dios en nuestro caso el problema no es "no quiero pasar ni una nochebuena más con tus padres". Su familia es adorable, y él dice lo mismo de la mía, cosa que le agradezco. Nuestros problemas no son porque ninguno quiere pasar la navidad en casa del otro, es más, ambos insistimos en pasarla con la del otro. Por cariño, se entiende, no porque no queramos pasarla con los nuestros, sino porque ambos queremos que el otro y su familia sean felices. Pero aquí hay algo claro: no podemos estar en dos sitios a la vez, llega la obligación de repartirse.

Y claro, luego entra mi hermano, su mujer, y la familia de su mujer... y este año una novedad: su hija, y el deseo de todos de tenerla en casa en esas fechas. Sé que en mi familia esto va a dar que hablar. En la suya pasa lo mismo, tienen un sobrino a repartir entre dos familias, pero ellos son muchos, y siempre hay alguien en casa, aunque falte el sobrino con sus padres. Pero en la mía somos solo dos. Y claro, reñir no reñimos, pero entre tanto reparto siempre sale alguien escaldado, siempre hay quien sale perdiendo en el reparto del tiempo de los suyos, hay quien se pone triste aunque lo disimule... y yo pues también lo paso mal. Porque al final mi decisión afecta a más personas que a mi pareja y a mí. Fundamentalmente, a mis padres.

Y luego hay otro elemento en juego, en el puzle familiar que tenemos a pesar de ser solo dos hermanos. Mi abuelo, 100 años el tío, salud de hierro pero cabeza perdida y deterioro físico evidente. Cuatro piezas a juntar en cuatro ciudades diferentes. Obligaciones y deseos se mezclan y se hacen a veces incompatibles. A ver cómo lo resolvemos este año. Sólo sé que en vez de descansar, las navidades me estresan.