miércoles, 22 de febrero de 2012

Cuatro días libres dan para muchas listas

Ya he empezado a trabajar en mi nueva oficina. Es feota, hace frío y está muy lejos. Pero tiene su gracia.
Mi nuevo trabajo me da cuatro días libres a la semana. Esto ha provocado una pequeña revolución en casa. Lo primero que quiero puntualizar es que si descanso cuatro días en vez de dos es porque en esos tres días hago todas las horas del mundo. Por eso descanso cuatro días, porque necesito descansar. Aún así, me he comprometido familiarmente a limpiar yo entre semana (ya no tendremos ayuda) y a practicar el parking intensamente, y personalmente he elaborado una larga lista de cosas que quiero hacer: ir a pilates, al oculista, al dermatólogo, a la compra, a las rebajas (si quedan), a darme un masaje, a comer con amigos a los que apenas veo... bien, hoy es mi tercer día (de cuatro) de libranza, y solo he limpiado la mitad de lo deseable, he llamado al oculista y he comido sola todos los días. De pilates ni hablamos, y eso que era una prioridad. Lo cierto es que lo del oculista ha subido puestos de repente en la lista de lo urgente. Mañana voy a ver qué me dicen. Probablemente regrese con la pupila dilatada y mucho más pobre. Vamos, que todo lo que tenga que hacer (comida, por ejemplo) debería hacerlo hoy.
Respecto al pequeño ratón, me tiene sin palabras. Ayer me dio un abrazo, lo que para un pequeño seco del norte está muy bien. Juntos hemos batido un nuevo récord: de la guarde al parque en una hora. Es desesperante. Pero si lo miras bien, ¿tenemos prisa? No. Pues ya está. Y hemos aprendido una palabra nueva, bueno, dos: no quiero. No digo más.

Edito escasos minutos más tarde:
Mi gozo en un pozo, y mis listas a la mierda. No me arranca el coche, o sea que: hoy tampoco puedo ir a la compra, me tendré que conformar con lo que pille esta tarde por las escasas tiendas del barrio. Toca visita al taller, lo cual, unido a la visita al oculista de mañana, me parece que tira por tierra el resto de elementos de mi lista: ni rebajas, ni dentista (este mes por lo menos), ni pilates, ni comer por ahí, ni nada de nada. En fin...


martes, 7 de febrero de 2012

Trabajo de ida y vuelta, e ida, y vuelta, y otra vez ida...

Tres días después de mi última entrada, en la que hablaba de mi trabajo, ocurrió algo inesperado. Como contaba, la época de telefonista/agente de viajes estaba a punto de terminar, y pronto iba a empezar a disfrutar de la parte bonita del proyecto. Un proyecto gordo, de envergadura, y sobre todo largo. Un proyecto que me iba a dar trabajo hasta verano, y me iba a permitir tener vacaciones familiares como las personas normales. Bien, todo esto se ha venido abajo. Como digo, tres días después de mi entrada anterior soltaron la bomba. Parad los motores. Todo se retrasa... mucho... en concreto, cinco meses. Ni trabajo, ni vacaciones familiares ni nada. Se supone que estoy inmunizada ante este tipo de news, pero me quedé muerta. Como una se hace dura, mantuve la calma bastante bien, pero por dentro el corazón me iba a mil, tenía dolor en el pecho y todos los síntomas de la ansiedad.
Por suerte (y por desgracia) en este mundo las sorpresas están a la orden del día, menos de 48 horas más tarde recibía la llamada del ahorro y la tranquilidad. Los astros se han alineado, como casi siempre, para que yo no esté en paro, y empezaré a currar en nada en otra historia, rodeada de amigos y en un ambiente genial. Va a ser duro: jornadas larguísimas, muchos kilómetros de carretera cada día, fines de semana hipotecados, pero feliz como una perdiz.
Por supuesto, todo esto me supuso otro día de nervios, estrés y con el corazón en un puño, porque. Si es que un día me da un infarto.