jueves, 3 de febrero de 2011

A por los diez meses

Pasan los días, y las semanas, y no quiero que se me olvide ninguno de los avances que hace cada día mi pequeño roedor. Así, rápido, a ver: a tiene las dos palas de arriba, y a la derecha le asoma otro incisivo. Abajo no he conseguido verlo pero estoy segura de que están a punto de salirle más dientes porque no deja de llorar y tocarse las encías con los deditos. De hecho, está pasando muy pero que muy malas noches (aunque de vez en cuando nos sorprende con noches ENTERAS sin despertarse; bueno, ha pasado dos o tres veces solo, pero es un avance, no?).

Ya sabe sentarse solo. Cuando a los nueve meses le llevamos al pediatra y nos preguntó si se sentaba solo, yo pensé que se refería a si se mantenía sentado con autonomía. Pero cuando recientemente he visto el salero con el que pasa de tumbado a sentado, he comprendido que se refería a eso. Pues ya lo hace, y muy bien. Además, le encanta. Está todo el día que si me arrastro que si me siento, que si me arrastro que si me siento... cada vez es más difícil mantenerle dentro de su área (un metro cuadrado más o menos de material plástico de ese de colores tipo puzle, rodeado de cojines, donde hasta ahora pasaba sus raticos). Ahora recorre el pasillo de lado a lado, saca revistas y tebeos de las estanterías, se pone de rodillas agrarrado a la trona, inspecciona cada centímetro de suelo del salón... y lo más gracioso, coge tres o cuatro cubos de tela de un juego de seis de esos de apilar y los arrastra por el pasillo junto con él en plan máquina quitanieves: él avanza a lo comando y con gran paciencia va haciendo avanzar los cubos con él uno a uno.

Su juguete favorito es un calcetín. Le gusta cogerlo, morderlo, agitarlo, estirarlo, vapulearlo, lanzarlo al aire... lo hace mientras le visto por las mañanas y tras el baño, tirados los dos (el calcetín y él) en el suelo, o en la hamaca mientras le preparo la cena. Suele acompañar el juego de gritos, a veces muy altos (los vecinos deben de flipar). Un día, me los llevé a los dos a la cocina para prepararle la cena y les dejñe jugando a mis espaldas mientras les echaba contínuamente un ojo. De repente oigo gruñir al ratón de manera extraña, me giro y me lo encuentro cabeza abajo colgando de una pierna que se le había enganchado en el arnés de la hamaca: había tirado el calcetín al suelo e intentando alcanzarlo se había ido para abajo. Menos ma que la hamaca está a escasos centímetros del suelo. (Tengo que decir que esto mismo hice yo de pequeña cuando mi madre, en un parque, salió corriendo detrás de mi hermano que amenazaba con tirarse al foso de los patos y me dejó sola en la silleta; cuando regresó segundos más tarde yo estaba cabeza abajo colgando del pie: había intentado salir sola y ese era el resultado).

Pasado mañana hace diez meses. Está guapo a rabiar. Cuando me ve me lanza un bracito para que le bese la mano. Es muy risueño. Y desde hace poco hace una cosa que no había hecho nunca: ante extraños que le hablan y le miran, me coge la mano! en plan: no me dejes, defiéndeme!
Es un sol, un amor, un angelito, una cosa hermosa, belleza... ¿cómo he podido vivir tanto tiempo sin conocerle?