martes, 13 de diciembre de 2011

Cosas que hacer mientras escribes una entrada nueva...

... como por ejemplo, jugar con mi terremoto veintemesero. Escribo una palabra, lanzo el coche; escribo otra, le cojo a caballito... a veces, con suerte, me da tiempo a tomar un sorbo del café que me he preparado hace un rato y que ya está frío. Esto es la dictadura del ratón. En casa se hace lo que él quiere, que básicamente es jugar con los coches, ver los mismos cuentos una y otra vez, jugar a fútbol en el pasillo con un balón que aforunadamente es de tela, y así pasamos las tardes...

Es alucinante cómo su motricidad se ha afinado un montón. Anda fino, como dicen sus tías. Da saltos fenomenal y sabe ponerse a la pata coja. Sus movimientos son seguros y elegantes, la verdad es que da gusto verle moverse. También anda de rodillas. Uno de los músculos que más ha desarrollado en este tiempo es la lengua. Es un loro. No calla. Aprende cosas nuevas a cada momento. Va por la calle al grito de ¡coche, moto, guau-guau! Todo lo que le dices lo repite. Sus palabras más usadas son Pocoyó, Pato, Eli... y vuelta Pocoyó... es como un mantra, a veces lo repite hasta dormido. Los cuentos de Pocoyó los tiene requetesobados. Los vemos una y otra vez, mientras repetimos: Pocoyó, Pato, Eli... A veces introducimos a Ito (Pajarito), Ina (Valentina) y Pulpo. Caillou también se ha introducido en su universo. Cuando no está con eso repite los nombres de sus compañeros de colegio, como si pasara lista.

Como no para, me tiene loca. Ya toca baño: risas, jugar con los barcos, con el agua... en fin... un chou. Luego a cenar, que cada vez cuesta más porque está a todo menos a eso, y dormir, que es otro chou. Al final cae por agotamiento, porque él se resiste. Y luego siempre caigo yo.

martes, 11 de octubre de 2011

18 meses

Dieciocho meses tiene mi ratón ya. Año y medio. Está hecho un jabato. Corre por todas partes, le encanta tirarse por el tobogán, a veces sentado y a veces echado bocabajo. Incluso ha llegado a tirarse de cabeza. Y eso que no es un niño alocado, es más bien cauto, tranquilo, más de observar que de actuar... eso lo he descubierto en el parque, un lugar donde ves de todo y te das cuenta de la suerte que tienes en casa. Me gusta verle relacionarse con otros niños. Tiene cuatro o cinco amigos fijos con los que se ve casi a diario. Con algunos se pone como loco de alegría al verlos. Es alucinante. El otro día su mejor amigo le pegó repetidas veces, primero un par de manotazos, luego empujones y al final se sentó en el suelo de un golpe. No le hizo daño pero el pobre, al final, ya harto de no entender nada, se echó a llorar desconsoladamente y no se calmaba. Nos fuimos. Menos mal que como no hay maldad mañana se ven y se adoran de nuevo (aunque hay amores que matan).

Está aprendiendo a hablar, aunque su lenguaje es incomprensible para nosotros y solo le entiendo cuando dice mamá, papá, agua, guau-guau, adiós, hola... y poco más. Guau-guau es todo, todos los animales y algunas cosas; mamá y papá no siempre se corresponden con nosotros, a veces nos cambia, o a lo mejor es que pregunta al uno sobre el otro... y agua es agua, pero también vaso, o quiero agua, o mira, hay agua en el suelo, o piscina, o bañera... en fin. Y también dice agua-guá, que es a guardar (los juguetes), y aunque casi siempre viene a cuento a veces no.
Aunque su palabra más repetida es NO. Así, con mayúsculas. No a todo. Últimamente lo acompaña con un movimiento enérgico de cabeza o con uno de dedo, y a veces todo a la vez, repitiendo no-no-no todo el rato. Debe de ser lo que le dicen en el cole cuando hace lo que no debe.

El cole es la guarde, evidentemente. Es carísima, y aunque es muy pequeñaja y un poco triste como las chicas son majas y él estaba contento decidimos dejarle también este año y no buscar una más barata. Sin embargo, ahora mismo estoy un poco mosca con ellas, porque me acaban de coaccionar para que les compre un baby con el nombre de la escuela al super precio de 30 euros con los argumentos de: es que comen sols ahora, es que van a empezar a pintar... pintan con las manos, comen con las manos, se ensucian mucho... eso sí, si no quieres no es obligatorio, pero si trae un baby tiene que ser éste, o nada. No vale uno del carrefour de 5 euros. Y lo peor es que he pasado por el aro. Prefiero eso a tener que cambiarle al ritmo de 5 pantalones y 5 camisetas a la semana, lavando casi a diario, y a saber si la pintura esa se quita bien... En fin...

Respecto a mí, desde mi última entrada he vivido un sinfín de cambios permanentes. Pasé del paro a trabajar en la empresa A, de ahí a la B y ahora estoy en la C. Todo en cuatro meses. En la A esuve dos meses y medio, en la B veinte días y en la C llevo dos semanas, creo. Mi próxima declaración va a ser desastrosa. Eso sí, si todo sale bien estaré en la empresa C hasta fin de año. ¡Yuju! Viva la precariedad laboral.

miércoles, 8 de junio de 2011

Y a los 14 meses...

Un pequeño paso para el mundo, un gran paso para el ratoncito. Se acabó el tambalearse, el agarrarse a los muebles y arrastrase en paralelo a las paredes. El dar tres pasos y estamparse. El caer. Bienvenido el paso firme, el ir donde quiero y cuando quiero, el dar la mano solo porque me apetede ir de la mano, no porque lo necesite. Bienvenida la independencia. Por suerte, la asignatura correr aún no ha abierto matrícula...

Pues sí, mi niño ya anda. Solito. Como loco. Va, viene, te persigue por toda la casa, y es perseguido a su vez... es una ricura. Pero es curioso, a la vez que se ha abierto ante sus ojos un mundo entero de posibilidades, ha crecido en él una necesidad tremenda de tenernos cerca, de no perdernos de vista, de agarrarnos de la mano, y una afectividad nueva ha surgido entre nosotros: abrazos, mimos, sonrisas arrebatadoras... ¡todo esto es nuevo! ¿dónde había estado este mimoso hasta ahora? Nunca nos había dado los abrazos que nos da ahora, ni pedido que le demos la mano, ni arrimado su cara a la nuestra en lo más parecido a un beso que hemos conocido... Cuando juega, te pide que juegues con él, cuando duerme que le des la mano... cuando come que le hagas tonterías... es encantador, y un poco agotador, no lo niego. Pero estoy disfrutándolo muchísimo.

Lo único que no me gusta mucho es que de repente se ha vuelto más tímido y lloroso que nunca. Ayer fuimos a tomar café a casa de un amigo, pues al llegar se agarró a mi pierna como nunca había hecho y no se soltó hasta pasado un rato (y con una galleta de por medio). Luego, al salir, me adelanté con la silleta y se quedó mi amigo con él y lloró como un loco al perderme medio segundo de vista. Bajando a la calle, donde nos esperaban otras amigas, le dio la vergüenza y quiso que le cogiera en brazos, donde escondía su cabeza en mi hombro todo el rato. Pero bebé, ¿qué te pasa?

Saliendo un poco del tema niño. Sigo en paro, ahora ya sí. Y con montones de cosas que hacer, y una pereza tremenda. Como tengo esperanzas de empezar a trabajar de nuevo en diez días, en el fondo lo que quiero es vaguear, descansar, petardear... pero la realidad se impone, y la lista crece y crece... hay cosas impepinables, como
- ir al inem (no me fío de mis esperanzas)
- sacar la ropa de verano
- encontrar vestido para irme de boda en diez días, y apañar el estilismo entero
- peluquería antes de la boda (las canas reaparecen)
- consulta médica pendiente

Y además:
- cambiar de colchón
- ordenar armarios
- hacer un álbum digital del primer año del roedorcillo
- ... y tenía más cosas pendientes pero el subconsciente hace que se me olviden!!

miércoles, 18 de mayo de 2011

Hay cosas mucho más tristes

No hay nada más triste que un turno de noche... bueno, sí, no tener turno, eso es más triste que un turno de noche.

Otra vez en el paro. Después de lo mal que lo pasé en otoño, ya empiezo a estar intranquila y eso que llevo exactamente una semana sin trabajar, y encima estoy de vacaciones, o sea que técnicamente no estoy parada. Busco pasión sobre la que centrar mis esfuerzos y dejar la tele. Pero si no aparece una ocupación cualquiera me valdría.

Mientras aparece (o no) disfruto a tiempo completo de mi verdadera pasión, mi ratoncito. Ya tiene más de 13 meses. Es que te lo comes con queso o sin él. Será salao, el tío... no acaba de lanzarse a andar, de la manita sí, todo, de aquí para allá, de acá para allí... deslomando a sus padres. Pero solito le cuesta, aunque cuando cree que no le ves bien que se levanta y anda. Y cuando se levanta y avanza (o se abalanza más bien) a mis brazos es que lo espachurarría. ¡Guapo! A ver si coge confianza porque es que sabe, él sabe, camina hasta la cesta de sus juguetes y revuelve en ella. Y en el parque también. Pero no sé, a veces le da la inseguridad... De todas maneras me encanta cuando extiende los brazos casi exigiendo que le cojas, con esos gruñidos que lanzan los niños que no saben hablar pero que saben perfectamente lo que dirían si supieran cómo.

Es que nos ha nacido un pequeño tirano. Ya no es un bebé inerte y pasivo, ahora sabe lo que quiere y cuándo, y si no lo consigue se enfada cada vez más. Los highlights de berrinches leves son cuando le saco de la bañera, cuando le siento en la silleta, cuando le bajas del columpio, y útimamente cuando le echas bocarriba en el cambiador para cambiare o vestirle (lo odia) o cuando le das la papilla de la cena, que la aborrece.

Esto último me preocupa. Es que no hay día que se termine la cena. Incluso hay días que casi no la prueba. Y claro, dices: "si no quiere comer, que no coma". "De hambre no se va a morir". "Él sabrá lo que necesita". "Por un día (o dos, o tres) no pasa nada". Y claro, así todos los días pues empiezo a pensar si no necesitaré cambiar de plan. Darle otra cosa de cenar, no sé... Igual si empiezo con sólido... lo malo es que el enano no toma biberón, por eso mi empeño en la papilla de cereales, por la leche... no es que sea yo una torturadora... en fin, que no sé. Vamos a darnos un tiempo y a ver.

Seguiremos informando

miércoles, 20 de abril de 2011

No hay nada más triste que un turno de noche

Estaba releyendo mi perfil y me ha dado un poco la risa: "Comencé este blog hace tres años", leo. "Entonces mi vida era diametralmente opuesta (...) La misma que hace año y medio vivía y trabajaba de noche, y hace tres viajaba sin parar, hoy vive por y para otra persona". Y me da la risa porque en realidad menos viajar lo sigo haciendo todo. Ya no vivo de noche, pero las noches siguen demasiado ligadas a mi trabajo.

Pensé que con el niño mis horarios se asentarían de manera natural, pero al final la realidad se ha impuesto. Si quieres currar, es lo que toca. De hecho mi vuelta al curro fue por la puerta grande. Salvo una pequeña experiencia en septiembre, se puede decir que mi verdadera reincorporación al mundo laboral fue en noviembre. Cuando ya estaba que me colgaba de un pino me llamaron para trabajar. Eso sí, turnos rotativos y empiezas de noche. Me senté a hablar con mi marido calendario en mano, eché cuentas, plasmé mis nuestros horarios (los de los tres) en un papel y tras ver que la ecuación salía dije p'alante. Luego los astros se alinearon y al final, gracias a una sucesión de hechos ajenos a mí, hice menos noches de las previstas.

Como la vida es así de perra se da la circunstancia de que actualmente, a pesar de haber cambiado de proyecto (que no de empresa), mis horarios vuelven a ser rotativos, y vuelvo a tener que hacer noches, encima con más asiduidad que antes (y en peores condiciones, la verdad). Esta semana he pasado de la noche al día, y aunque empecé con buen pie, durmiendo bien por las noches y rindiendo de día, hoy he tenido una pájara importante. El día se me ha hecho larguísimo, y me moría de sueño. Además esta noche me he despertado varias veces pensando que era la hora y sorprendida de ver que eran solo las 2 de la mañana, por ejemplo. Se ve que el cuerpo ha hecho un esfuerzo grande estos días pasados por adaptarse pero hoy ha petado. Ahora son las 17 y me muero de cansancio. Me metería en la cama. Otro efecto chungo de este jet lag es que mi sistema de comidas se ha ido a la mierda y no tengo casi hambre. Estoy comiendo fatal.

Mañana nos vamos de vacaciones. Cogeremos los trastos y al ratoncillo y ala, rumbo a otras tierras. Mi peque ya se hizo sus kilómetros el verano pasado, siendo una ratita, pero ahora, ya más mayor, más independiente y más impaciente, a ver qué tal aguanta el viaje. Ahora, con el sueño que tengo, solo de pensarlo me estreso. Pero todo saldrá. Y lo bien que lo vamos a pasar!!!

sábado, 16 de abril de 2011

Un día que cambió nuestras vidas

Ya ha pasado un año. Me parece increíble. Hace 375 días éramos solo dos. Recuerdo perfectamente la cronología de los hechos. Cómo fuimos a comer a casa de mis suegros. Fuimos en metro, porque hacía ya semanas que yo no conducía. Cuando llegué no me tenía en pie. Me apretaban los zapatos, y el jersey no me dejaba respirar. Era como si hubiese encogido. Me lo quité y tuve que ponerme el forro polar que llevaba mi chico. Me dolía todo el cuerpo, y la ropa me molestaba. Me solté la cremallera de la falda. Cuando empezamos a comer, yo no podía permanecer sentada mucho rato, porque me molestaba la tripa y tenía dolores, así que de vez en cuando me levantaba y daba un paseo por el pasillo, o iba a quejarme a otra habitación. A mi alrededor había una falsa tranquilidad. Yo pensaba que todos debían creer que era una histérica, pero lo cierto es que me encontraba mal. Después de comer (yo apenas probé bocado) quise irme a casa. Nos fuimos en metro, con el fin de andar un poco y mover la pelvis. Yo parecía un pato mareado. Pensábamos bajarnos en Ópera e ir caminando a casa, pero finalmente fuimos hasta La Latina para andar menos.

Esa tarde lo pasé mal, me encontraba regular. A la mañana siguiente a primera hora tenía cita en la Fundación para hacerme análisis y cheqear mi número de plaquetas, como lo venía haciendo desde hacía ya un tiempo. Un día, mis plaquetas empezaron a bajar de manera considerable, por lo que cada tres días me hacían un hemograma de control y ya de paso monitorizaban al niño. Yo estaba preocupada por este asunto, porque veía que no había un criterio claro sobre el tema. Dependiendo de qué ginecólogo me veía, estimaba más o menos preocupante el asunto. Unos me querían provocar el parto ya, otros preferían dejar actuar a la naturaleza. Yo temía por varias cosas, una por el riesgo de hemorragia en el parto, y dos porque si me seguían bajando no podrían ponerme la epidural.

Como digo, esa tarde me encontraba mal. No podía estar quieta, y solo moviéndome continuamente conseguía apaciguar mis molestias. Era ya tarde y mi chico se fue a la cama. Yo no podía pensar en acostarme, y me quedé viendo Ley y Orden en la tele. Me acosté de madrugada. Puse el depertador a las 8. A y media mi padre pasaba a por mí para acompañarme a los análisis.

A las ocho sonó el despertador, lo apague y pensé remolonear cinco minutos. De repente noté como si se descorchara algo en mi interior, y a continuación calor entre mis piernas. Me di cuenta de que estaba mojada. Era como si me hubiese hecho pis. Había roto aguas. Desperté a mi marido y me levanté chorreando. Me di una ducha rápida y me vestí. Recordé que me había contado una amiga que cuando rompes aguas no sueltas todo el líquido de repente, si no que este sigue saliendo durante rato, así que me puse una compresa. Llamamos a un taxi. Yo iba más serena de lo que me hubiera imaginado. Entramos por urgencias. En la sala de espera (porque me pasaron a la sala de espera) encontramos a una pareja a la que habíamos conocido en monitores. Ella había salido ya de cuentas hacía días e iba a que le provocaran el parto. Nos subieron a las dos a la vez, pero a mí me atendieron antes. Me gustó que todo el equipo me conocía, porque llevaba muchas semanas pasando por allí con controles diversos, y todos fueron muy amables. Me examiraron, y tras comprobar que efectivamente había roto aguas me dijeron que estaba más verde que una lechuga y me mandaron a monitores. Allí, inexplicablemente porque yo no notaba nada, la máquina dijo que tenía unas bonitas contracciones. Tambien me sacaron sangre por el famoso asunto de las plaquetas.

Para mi sorpresa me metieron al paritorio. No sé por qué yo pensaba que tendría que dilatar en otro sitio. El paritorio era un sitio muy frío, en aluminio, lleno de instrumental. Había una cama en la que me echaron, y una cunita en la que escribieron el nombre de mi bebé. Me desnudaron y monitorizaron. Yo estaba helada y temblaba sin parar. La matrona me dijo que estaba muy poco dilatada. Me pusieron una vía, y aunque nadie me dijo nada creo que me metieron oxtocina, porque aquello de repente empezó a doler un poco. Para mi sorpresa el anestesista llegó en seguida. Era un chico muy joven con unas zapatillas muy modernas. Me dijo que mis plaquetas eran bajas pero que no había problema para ponerme la epidural. Yo estaba muy asustada porque me habían dicho que con ese número no debería hacerlo, pues había riesgos, pero pensé: si no me fío de esta gente, que me va a atender hoy, ¿qué hago? así que me fié, al fin y al cabo era el médico.

Me la pusieron en seguida. Yo no dejaba de temblar, y las contracciones me hacían estremecer. Me hizo efecto rápidamente. Menos mal porque las contracciones empezaban a ser más que dolorosas. Yo creo que me puse un poco pedo. Tengo un recuerdo borroso de lo que ocurrió después. Recuerdo que nos dejaron solos, y estuve contando a mi chico el capítulo de Ley y Orden que había visto la noche anterior. El anestesista entraba de vez en cuando para ver cómo iba la cosa, y me movía un poco para que la anestesia se repartiera bien. Luego nos dejaba solos de nuevo. Hablamos de varias cosas. Incluso di una cabezada... de repente entra la matrona, me mete mano y me dice que ya estoy completamente dilatada... y yo sin darme cuenta de nada. Lo malo, dijo, es que el niño seguía muy alto. Así que a empujar poco a poco, me dijo. Y se fue.

Entró al rato, y vio que la cosa no progresaba. Se fue de nuevo un poco contrariada. De repente irrumpe acompañada de la ginecóloga, y de más mujeres que no sé quiénes eran. Vienen todas poniéndose los guantes y atando sus batas. "Esto no puede ser, hay que terminar con esto, no podemos esperar más". De repente la cama se transformó en un potro (no sé cómo) y me colocaron en posición. Yo estaba acojonada, y un poco grogui. Ala, me dijeron, a empujar. Ahí empezó lo malo. Como con la epidural no sentía casi nada, me resultaba difícil empujar. La matrona me indicaba cuándo y cómo hacerlo, pero para mí era difícil entender sus órdenes y hacer las cosas que me pedían. No así no, empuja de esta manera, o de aquella... y yo no era capaz de hacerlo. El niño seguía sin bajar y ellas se impacientaban. Yo cada vez me setía más impotente, más débil, más pequeña... Se subieron encima de mí, me hicieron daño... yo tenía ganas de llorar, no sabía qué hacer para ayudar en el parto. Ellas empezaron a hablar de llamar a alguien más para hacer no sé qué (supongo que hablaban de usar pinzas o forceps, o de hacer cesárea...). Venga, me dijeron, un último intento, tú puedes, empuja muy fuerte muy fuerte. Y empujé. Y oí a mi chico "venga, que ya está, ¡¡ya está!!" y yo no entendía nada. ¿Ya está qué? "Que ha salido ya la cabeza" me dijeron todos muy contentos. Venga, uno más y ya. Y efectivamente, empujé y salió. El pobre llevaba tres vueltas de cordón umbilical al cuello... así que no bajaba... Me lo pusieron encima, y yo estaba tan nerviosa que solo pude rozarle. Me impresionó lo grande que era, y me pareció imposible que hubiera salido de un cuerpo tan pequeño como el mío. Rápidamente se lo llevaron las pediatras a examinar a una mesa preparada para eso que había frente a mi cama. Entonces fue cuando entró otra doctora (la jefa de la mía, que creo que era residente) y le dijo: "¿pero qué ha pasado?", y mi gine meneaba la cabeza y decía "no sé, no sé". Por su cara, ya supe yo que algo iba mal por ahí abajo.

¿Qué pasa? Pregunté, y me decían que nada, que nada... bueno, ha habido un desgarro, pero te lo vamos a coser. Yo estaba echada y despatarrada, de manera que veía las dos cabezas urgando en mi interior y cuchichehando. Se tiraron un buen rato cosiendo. Yo intenté coger al niño pero no pude, tuve miedo de que se me escurriera. Además no quiso engancharse al pecho. Lo metieron en una cunita y lo pusieron a mi lado. Eran alrededor de las 17:30. Pesó 3.280 gramos, y nació sanísimo. Era probablemente el niño más guapo que había pasado por esa sala. Pequeño como un ratón, y con una flequillo negro espectacular. Nada más verle, su abuelo paterno que esperaba fuera no pudo menos que decir: pero qué niño más guapo, es el bebé más hermoso que he visto nunca.

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Edito para dar cuenta de sus avances. Cuando tiene ya un año y diez días puedo decir con orgullo que mi ratón come como una lima, duerme fenomenal y anda ya de la manita.
Es un solete. Tiene ya seis dientes y otros dos asoman con fuerza. Así que pasa el pobre malas noches de vez en cuando... Sigue comiendo lo mismo que antes, sus cereales, sus verduritas y sus frutas. En la guarde nos dicen que come fenomenal y que todo genial, pero en casa hemos notado que le cuesta más cenarse los cereales. Yo veo que es que llega agotado a la noche. No para de jugar en todo el día. Y encima hemos empezado la temporada de parque y para qué quieres más. Uy, otro día sigo que parece que le oigo... angelito!! voy!!

miércoles, 2 de marzo de 2011

Bordeando los 11

Rozando los 11 meses ya. Cómo pasa el tiempo!

Hace ya dos semanas que mi ratón pasó de marine arrastrándose a toda pastilla a bípedo tambaleante. Un día, de repente, se puso de rodillas y pam, se levantó apoyado en el sofá. Minutos antes habíamos dicho que había que bajar el suelo de la cuna ya, porque más de una mañana le habíamos pillado de rodillas en la cuna agarrado a los barrotes, y me daba miedo que un día se tirara. Pues bien, estando su padre realizando precisamente esa operación el ratón va y se pone de pie, como dándonos la razón en nuestros miedos. Lo hizo de manera muy natural, sin esfuerzo y sin miedo. Yo creo que ya lo había hecho antes en el cole.

Desde ese día no hace otra cosa. Se pone de pie agarrado al sofá, a una silla, a la trona (ya se ha dado un par de golpes por eso), a las estanterías (otros tantos golpes en la frente, el pobre, y eso que stoy al quite para evitarlo pero...)... saca los libros y los tebeos de su padre, aporrea la tele... hemos tenido que quitar objetos de decoración y aparatos electrónicos de su alcance, y llenado a tope las estanterías más bajas para que estén muy prietas y no pueda sacar nada. Es un solete petardo que no para de intentar tocarlo todo, cogerlo todo, le encanta la sensación de estar de pie y más de uan vez le he pillado cambiando la mano de apoyo por la otra en plan prueba de estabilidad... Está adorable, e insoportable. No admite un no, a pesar de que lo oye mil veces a la hora: no toques el radiador, no tires de los cables, no aporrees la tele, no pulses ese botón... y cuando le retiras de donde no debe estar llora, patalea y se resiste.

En este tiempo el pobre ha pasado otra otitis y está un poco raro con el sueño. Pasa de dormir toda la noche a pasarse horas llorando sin saber nosotros cómo calmarle. No quiere estar en brazos, ni en la cuna, ni que le mezas, ni que le acunes, ni que le dejes solo ni estar acompañado. Pensé que podía ser hambre en mitad de la noche, quizá esté creciendo y necesite un aporte extra... parece que tampoco. Ni tiene pis, ni calor, ni frío, ni le duele nada. Ya estoy resignada. Supongo que está madurando y eso le hace dormir peor. Su carácter va formándose y a veces no sabe ni lo que quiere. Es una adolescencia a los 11 meses. Supongo que se le pasará (y espero). A esto unimos que por lo que sea come peor los cereales. ¿estará aburrido del mismo sabor siempre?

Por cierto, vuelvo a trabajar por las noches. Es mi sino. No lo llevo muy bien, y paso los días como un alma en pena. Aún me quedan dos semanas así. Seguiremos informando...

jueves, 3 de febrero de 2011

A por los diez meses

Pasan los días, y las semanas, y no quiero que se me olvide ninguno de los avances que hace cada día mi pequeño roedor. Así, rápido, a ver: a tiene las dos palas de arriba, y a la derecha le asoma otro incisivo. Abajo no he conseguido verlo pero estoy segura de que están a punto de salirle más dientes porque no deja de llorar y tocarse las encías con los deditos. De hecho, está pasando muy pero que muy malas noches (aunque de vez en cuando nos sorprende con noches ENTERAS sin despertarse; bueno, ha pasado dos o tres veces solo, pero es un avance, no?).

Ya sabe sentarse solo. Cuando a los nueve meses le llevamos al pediatra y nos preguntó si se sentaba solo, yo pensé que se refería a si se mantenía sentado con autonomía. Pero cuando recientemente he visto el salero con el que pasa de tumbado a sentado, he comprendido que se refería a eso. Pues ya lo hace, y muy bien. Además, le encanta. Está todo el día que si me arrastro que si me siento, que si me arrastro que si me siento... cada vez es más difícil mantenerle dentro de su área (un metro cuadrado más o menos de material plástico de ese de colores tipo puzle, rodeado de cojines, donde hasta ahora pasaba sus raticos). Ahora recorre el pasillo de lado a lado, saca revistas y tebeos de las estanterías, se pone de rodillas agrarrado a la trona, inspecciona cada centímetro de suelo del salón... y lo más gracioso, coge tres o cuatro cubos de tela de un juego de seis de esos de apilar y los arrastra por el pasillo junto con él en plan máquina quitanieves: él avanza a lo comando y con gran paciencia va haciendo avanzar los cubos con él uno a uno.

Su juguete favorito es un calcetín. Le gusta cogerlo, morderlo, agitarlo, estirarlo, vapulearlo, lanzarlo al aire... lo hace mientras le visto por las mañanas y tras el baño, tirados los dos (el calcetín y él) en el suelo, o en la hamaca mientras le preparo la cena. Suele acompañar el juego de gritos, a veces muy altos (los vecinos deben de flipar). Un día, me los llevé a los dos a la cocina para prepararle la cena y les dejñe jugando a mis espaldas mientras les echaba contínuamente un ojo. De repente oigo gruñir al ratón de manera extraña, me giro y me lo encuentro cabeza abajo colgando de una pierna que se le había enganchado en el arnés de la hamaca: había tirado el calcetín al suelo e intentando alcanzarlo se había ido para abajo. Menos ma que la hamaca está a escasos centímetros del suelo. (Tengo que decir que esto mismo hice yo de pequeña cuando mi madre, en un parque, salió corriendo detrás de mi hermano que amenazaba con tirarse al foso de los patos y me dejó sola en la silleta; cuando regresó segundos más tarde yo estaba cabeza abajo colgando del pie: había intentado salir sola y ese era el resultado).

Pasado mañana hace diez meses. Está guapo a rabiar. Cuando me ve me lanza un bracito para que le bese la mano. Es muy risueño. Y desde hace poco hace una cosa que no había hecho nunca: ante extraños que le hablan y le miran, me coge la mano! en plan: no me dejes, defiéndeme!
Es un sol, un amor, un angelito, una cosa hermosa, belleza... ¿cómo he podido vivir tanto tiempo sin conocerle?

domingo, 16 de enero de 2011

Ya lleva más tiempo fuera de mí que dentro...

Mi ratón ya tiene nueve meses, señores. Y tres dientes. Le han salido tres de las cuatro palas (las de abajo y la superior derecha). ¡Y en la guardería le llaman goltón! Dicen que come como una lima, que ha sido volver de las vacaciones de navidad y empezar a comer muchísimo. Si es que no para. Tiene una actividad frenética. Aún no gatea, pero se arrastra a toda pastilla. Hoy hemos empezado a comer cosas nuevas: pescado (merlucita) y yogurt de leche adaptada. La merluza, triturada junto a las verduras, se la ha zampado muy bien, pero el yogurt no le ha gustado mucho. Será que le parece un poco agrio, al fin y al cabo el yogurt natural así sin azúcar es un poco duro... A ver si poco a poco vamos metiendo otros pescaditos... tengo que investigar posibles combinaciones a ver qué e gusta más. Y un día voy a probar el pavo, en vez del pollo, a ver qué le parece.

Otro gran cambio que hemos notado a vuelta de las vacaciones ha sido el baño: no se quiere tumbar en la hamaca de baño, ahora solo quiere estar sentado. Y si no, llora. Sólo sentado y a su manera. Ya no le gusta salpicar con las piernas, ni que le eches agua en la carita. No sé... cosas de bebés.

Está hecho una belleza. Estoy totalmente enamorada. Es mi pequeño amor.