jueves, 31 de julio de 2008

Preparando el viaje a Londres

Hace ya un buen tiempo que decidí que lo mío era el trabajo de oficina. Yo no trabajo en una oficina, pero lo que hago es igual de rutinario y aburrido a veces, aunque otras tengas la oportunidad de ver cosas que nunca imaginarías. El caso es que decidí que mi trabajo, que tiene dos vertientes, de exterior y de interior, yo quería desempeñarlo en el interior. Bien. Pues esta semana, cosas de la vida, me ha tocado exterior. Vaya por Dios. Hazte la maleta, coje un avión en plena época de vacaciones... cómo estaba el aeropuerto, daban ganas de volverse a casa, lleeeeno de gente envasando sus maletas al vacio, con bermudas, piratas y chanclas, y bolsitos de esos de viaje con bolsillos secretos para la panoja... de ésos que llevan los secretas de mi barrio con el kit del pequeño policía, pero estos con los pasaportes rumbo a un resort del Caribe, o a Orlando... o a sitios peores...

Y como yo no dejo de ser otra veraneanta más entre tantos, que sueña con sus vacaciones como todos, pues me metí en un Relay mientras se acercaba la hora de mi vuelo y me compré una guía de Londres. Porque me voy a Londres, sí señor. Acompañada de un señor alto que es mi esposo. Y es que me han dado ¡quince! dias de vacaciones, quince sólo después de un año agotador en el que no he parado de trabajar. El verano pasado terminé de trabajar un miércoles y el jueves estaba volando a Japón, donde estuve 20 días sin parar de andar y ver cosas. Cuando llegué a casa y encendí el móvil, tenía un mensaje urgente donde me ofrecían trabajo e incorporación inmediata. No pude ni recuperar fuerzas de las vacaciones.

Lo de Londres la verdad es que es un plan B después de ver que viajar a NY, que era el plan A, a pesar de que el dólar está tirao, salía demasiado caro para nuestra economía. Pero estoy emocionadísima, porque no conozco Londres. Mi acompañante sí lo conoce, su hermana vivió allí un tiempo y estuvo visitándola de jovencillo. La anécdota más contada de ese viaje es que un amigo les echó un tripi en el zumo por la mañana y flipados perdidos se fueron a Hyde Park, donde se subieron a un árbol a ver pasar gente mientras comían manzanas (supongo que compradas, no del árbol), hasta que se tuvieron que ir después de que uno de ellos se bajara del árbol flipado porque el color de su manzana era exactamente igual que el del gorro que llevaba una señora que pasaba por allí, y para comprobarlo se acercara tanto a ella, y pegara tanto la manzana a su gorro, que la señora se viera seriamente amenazada. Un poco más y acaban en el cuartelillo.

La guía me la estoy empollando a raticos (me encanta preparar los viajes, y luego reconocer las cosas de las que he leído el cómo, el cuándo y el por qué´, y ver que no tenían nada que ver con la idea que te habías hecho de ellas en la cabeza). Pero aún así si alguien tiene alguna sugerencia sobre qué ver en Londres, rincones imprescindibles, cosas que no salgan en las guías, planes divertidos y excéntricos, que no sean muy caros... se la acepto encantada. Hoy mi hermano, por ejemplo, me ha recomendado un telescopio que te permite ver lo que pasa en NY en tiempo real. Flipante ¿eh? Así podemos decir que hemos visto un poco de NY también.

lunes, 28 de julio de 2008

Finde perrofláutico

Recién llegada del fin de semana procedo a contar cómo han ido las cosas y dar así un par de pistas a quienes puedan andar buscando qué hacer en sus ratos libres. En concreto son dos las ideas: salir de la ciudad, y ver a los viejos amigos. Nosotros hemos hecho las dos. El resultado ha sido un encantador fin de semana de lo más perrofláutico.

Resulta que todos tenemos un pasado, y él también. En él todos eran flacuchos, melenudos, y llevaban elásticos. Fumaban porros y escuchaban heavy metal non stop. Hoy algo queda de todo eso. Los pelos van (algo) más cortos, se duchan más a menudo y los kilos (pocos, son todos unas sílfides) ya se dejan ver en la tripita. Conservan el humor, muchas aficiones y algunos hasta la cazadora vaquera de entoces. Y siguen siendo colegas. Y como se da la circunstacia de que todos esos colegas tiran al monte que no veas, pues al monte que nos hemos ido.

Tampoco hemos ido tan lejos. Setenta kilómetros nada más, pero hemos disfrutado del cambio como nadie, y hemos (bueno, he) hecho cosas absolutamente nuevas. Tengo que admitir que tras 10 años en Marid apenas conozco sus sierras, ni sus pueblos. Este finde he ido a un pantano, no me he bañado pero no pasa nada porque no lo hago nunca, aunque estemos a 40 grados (será por falta de grasa en el cuerpo que todas las aguas del mundo me parecen frías). He disfrutado viendo como chapoteaban los chavales, y he alucinado con la luz tan bonita que daban las ocho de la tarde por esas zonas. He visto teatro de calle, ¡y me ha gustado! Con argentino y clawn incluidos. ¡He pasado frío! Milagro, con la de noches sin dormir que llevaba por el calor en Madrid. He comido bocatas rodeada de desconocidos en las piscinas del pueblo, y bebido sin fin en casa de un chico al que su abuela se le aparecía después de muerta cuando era pequeño. Y almorzado en un mesón abandonado y ahora reivindicado como espacio en favor de colectivos de mujeres oprimidas. Todo muy normal, lo sé, pero tremendamente encantador. Y tan cerca de casa que no hacerlo más a menudo es pecado. Y lo mejor, ver reírse a los colegas de siempre como si no hubiera pasado el tiempo.

Nunca dejéis de ver a los viejos amigos, ni dejéis de disfutar de las cosas sencillas. Cursi, pero real.

jueves, 17 de julio de 2008

Quien tienen un tío en Graná...


Conocí Granada hace muchos años, cuando iba al colegio. Pero cuando pienso en Granada siempre me acuerdo de otra historia. Vivíamos aún en la era pre móvil. Por aquel entonces mi amiga acababa de despedirse de su trabajo en una gran empresa de telecomunicaciones, una empresa que ahora, en la era del móvil, controla nuestras vidas. Para celebrarlo decidió irse de viaje por Andalucía, sola con su mochila. Y yo decidí reunirme con ella el fin de semana en Granada. Ella estaría ya allí, alojada en un albergue juvenil. Yo iría en autobús después de clase. Y así fue. Cogí el autobús a media tarde, no recuerdo la hora. Recuerdo que cuando ya llevaba muchas horas en el bus, mirando por la ventana y viendo cómo fuera se hacía ya de noche, empecé a pensar en lo jodidamente lejos que estaba Granada, y en que no llegábamos nunca. También pensé que yo no conocía Granada, y que no sabía cómo encontrar a mi amiga, ni tenía dónde dormir esa noche cuando llegara… Todo había sido tan rápido, la idea del viaje, la cita planificada hacía más de una semana (recordemos que entonces no había móviles). Empecé a ponerme un poco nerviosa.

Pero lo mejor estaba por llegar.

Cuando por fin entrábamos en la estación de autobuses de Granada, eran las mil de la noche. Y al mirar por la ventana, la vi allí, esperándome. Fue como una aparición mariana. Luego me contó que entró en la estación al mismo tiempo que entraba el autobús, pero que no sabía que ése era el bus de Madrid, que de hecho no tenía ni idea de a qué hora llegaba yo, simplemente se pasó por la estación por un impulso justo en el momento en que yo llegaba. Fue un milagro.

Esa noche salimos por ahí. Alucinamos con el concepto tapas, algo que ni en Barcelona, ni en Pamplona, ni en Madrid, nuestros referentes más inmediatos, se estila nada. Luego buscamos algún bar divertido donde tomar algo. Como andábamos un poco perdidas, decidimos preguntarle a un chico que estaba apoyado en una farola con pintas de esperar a alguien. Resultó que estaba esperando a sus amigos, y nos invitó a esperarles con él y luego irnos con ellos de marcha. Lo único que le preocupaba era que sus amigos nos parecieran un poco raros. Mi amiga se meaba de la risa. “¿Qué pasa, que van disfrazados de mujer?” decía. Cuando llegaron nos quedamos boquiabiertas. Nunca habíamos visto a una dragqueen tan de cerca. Llegaron montando el escándalo y nos llevaron con ellos toda la noche por los locales más locos de Granada. Parecíamos amigos de toda la vida.

Al día siguiente no recuerdo lo que hicimos. Seguro que fue más aburrido que ese primer contacto con Granada. Qué divertido. Aún hoy, once años más tarde, nos gusta recordarlo una y otra vez, y se lo contamos a cualquiera en cuanto podemos. Y espero poder contarlo juntas muchos años más. Mi Moni, cómo la quiero.

Luego he vuelto a Granada varias veces. Todas ellas muy divertidas, culturales e interesantes. Ninguna como esa.

lunes, 7 de julio de 2008

Planes para los ratos libres

Para los que aún tienen dudas sobre qué hacer en su tiempo libre, les voy a dar un par de ideas.

Que quede bien claro que la gestión del tiempo libre no siempre es fácil. Yo ante la duda generalmente decido perderlo. Pierdo el tiempo todos los días. Me levanto tarde, como y me voy a trabajar. Es lo malo que tiene trabajar de tarde en verano: te acuestas tarde, duermes mal, te levantas tarde, trabajas, llegas tarde y te acuestas tarde porque te cuesta dormir, te levantas tarde y así toda la semana. Bueno, al grano. Que para no dejarme llevar por esta desidia me he apuntado a pilates tres días a la semana.

Pues esa es una de mis ideas de hoy. El pilates mola. Es fuertecillo pero tampoco debe de serlo mucho cuando yo que no hago nunca gimnasia ni nada que se le parezca aguanto las clases muy bien. Empecé el viernes. Y sienta bien, oye. Espero quitarme los dolores de espalda y coger un poco de cuerpo para lucir en mis esperadas vacaciones, y así, cuando llegue agosto y pongamos el último plano del último programa, y mi amante esposo y yo cojamos un avión rumbo a algún sitio aún por determinar, pueda ponerme ese bikini nuevo que me voy a comprar y llevarlo con garbo por las playas más cálidas del mundo. Otro efecto beneficioso del pilates es que llego a casa con un hambre que te cagas, y como muy bien, así que tendré más y mejores carnes que lucir.


Otra idea para no quedarse en casa el fin de semana pasando calor. Desde Madrid es una escapada perfecta. A dos horillas está el Monasterio de Piedra, un vergel alucinante. Es un parque natural donde el río Piedra ha ido creando saltos, lagos, rápidos, cuevas, y formaciones insólitas.


Está cerca de Calatayud, se llega muy fácilmente. Desde Madrid, por la A-2 salida 204, por Alhama de Aragón. Luego hay unos veinte kilómetros más rodeando un lago y subiedo por una carretera de curvas que atraviesa Nuévalos, y justo justo pasando este pueblo a la derecha está la entrada al parque.


Alucinantes las caídas de agua, que se pueden ver desde varios puntos.



Alucinantes también las grutas formadas por el agua, llenas de murciélagos, y que te permiten tener visiones distintas del discurrir del agua.

Alucinante este lago de agua de manantial, cristalina y estática como un vidrio, o como un espejo, según la mires...


Y por supuesto, muy fresquito todo.



Con la misma entrada del parque (sí, cuesta dinero entrar... todo sea por la conservación) se puede visitar el monasterio, que existe, aunque no merece mucho la pena. Es un monasterio de finales del románico y principios del gótico, que está entre derruido y demasiado reconstruido.


La parte más destrozada tiene el encanto de lo roto. Lo demás es bastante feo. El día que estuvimos encima estaban preparando una boda, lo que daba un poco más por saco.

A la vuelta, en Alhama de Aragón, antes de coger de nuevo la autovía, puedes parar en este sitio.

Las Termas Pallares es lo que parece, un balneario algo casposo lleno de viejos (aunque por dentro debe ser de ultralux y para bolsillos pudientes) pero que esconde un secreto chachi, un lago termal cuya agua mana a 32º y que se mantiene todo el año a 27º. Alucinante. Una que es friolera no veas como disfrutó.
Como hacía calor costaba un poco entrar pero una vez dentro, es que no podías salir... Además, es que cuando digo lago es que es eso, un lago, con sus pececillos, su agua clarísima pero llena de elementos flotantes, alguitas, insectos, caracolillos y musgo. Un flipe. Un poco cara la entrada pero para estar un buen rato merece la pena.



Por cierto, qué fea me ha quedado la distribución de las fotos. Prometo mejorar.