lunes, 16 de agosto de 2010

Catorce meses más tarde

Hace ya más de un año desde mi entrada anterior. Han pasado muchas cosas desde entonces. Pasé ese fin de semana con mis amigas. Luego volví a casa, empecé a trabajar, cambié cuatro veces de programa, me quedé embarazada y tuve un niño. De esto último hace cuatro meses, diez días y viente horas. Ahora mismo está a mi lado, balanceándose en una hamaquita a base de agitar las piernas y sonriéndome cuando le lanzo besos. No sé por qué he vuelto a retomar este blog si no voy a tener tiempo de volver a hacerlo. Ser madre es un trabajo a tiempo completo. Pero supongo que tenía la necesidad de decirlo a gritos en este lugar donde no me escucha nadie.

Estoy feliz, sí, y agotada. Nunca volveré a ser la misma. Este hecho me apena y satisface al mismo tiempo. Tengo las mismas ganas de volver a trabajar que de que me den un martillazo en un pie, pero no dejo de mirar guarderías y observar de lejos a mis antiguos compañeros, a los que ya he dejado dicho que mi baja maternal ha terminado, así, como quien no quiere la cosa. Me entristece muchísimo la idea de dejar a mi pequeño en una guardería diez horas al día, sabiendo que cuando le recoja me quedarán otras tres o cuatro escasas horas más para estar con él, y me imagino pasando con él los próximos meses en casa, pero me aterra volver luego y ver que mi sitio ha sido ocupado por otros, que se acabó lo que se daba, que es hora de cambiar de vida y de trabajo, que me toca reciclarme y asumir lo que hace tiempo veo venir: que toca cambiar de vida.

Por de pronto disfruto del momento y sufro con el furuto más próximo. Pase lo que pase finalmente sé que, una vez más, me satisfará y apenará a partes iguales. ¿O no?