martes, 5 de agosto de 2008

Objetivo: Londres

Mi primer viaje "adulto" al extranjero, es decir, sin padres, fue en 1988. Amama estaba enferma, y mis padres, que pensaban mandar a mi hermano a Francia ese verano, decidieron mandarnos a los dos y dejarse de líos. Yo era un poco pánfila, y no tenía ni idea de francés. Pero allí que me fui, todo un mes a un bonito pueblo costero de la bretaña francesa. Vivía en casa de una familia de tres hermanos de sangre y otros tres medio acogidos-medio adoptados. Los padres eran encantadores, y no tenían ningún pudor en secarse el pelo en pelotas con la puerta del baño abierta él, o en contarme cómo se había quemado en la playa ella, y para demostarlo enseñarme las tetas achicharradas por el sol en medio de la cena.

Iba a todas partes en bicicleta. Hice más kilómetros que Perico Delgado ese año en el Tour, que por cierto ganó la carrera para disgusto de mi familia y vecinos y alegría de los estudiantes españoles. Recorría la zona en una bici chachi de marchas, pequeñita como yo, por unas autopistas que ni la M30, para desdesperación de mi madre, que me veía atropellada bajo cualquier coche. Muchas noches volvía a las mil a casa por unas calles vacías cantando a voz en grito mientras pedaleaba porque me se me hacía largo el camino y, sí, porque me daba un poco de miedo.

Hice kayak, visité sitios alucinantes, conocí mucha gente, comí gofres y pains au chocolat, me medio enamoré de un gavacho, aprendí francés, a administar mi dinero, a ser independiente y a echarle cara a las cosas, y todo en un mes.

Repetí un año más. Luego fui a Irlanda tres años. Durante los diferentes cursos hice intercambios con el colegio en las ciudades francesas de Pau, Nantes, Paris y Marsella, entre otras. Otros veranos me las arreglaba para escaparme a otros países buscando las fórmulas más extrañas, y conseguí que el Gobierno de Navarra me financiara un viaje a Italia y otro a Portugal. Además, durante la carrera me fui un año a estudiar a Burdeos. A lo largo de estos viajes hice miles de tonterías, conocí muchísima gente, y me medio enamoré de algunos chicos. Algunos no me hicieron ni caso pero otros, inexplicablemente, me hicieron vivir historias alucinantes.

Más adelante, ya fuera de la órbita estudiante, he tenido ocasión de visitar otros países que no fueran Francia, demasiado presente en mi vida. Algunos seguían siendo francófonos, otros anglosajones. Incluso he visitado varios continentes. Pero nunca había ido a Londres. Sólo una vez, trabajando, tuve la ocasión de pasear por sus calles durante, aproximadamente, tres horas. Eso fue todo. Tenía tantas ganas de explorar a fondo esa ciudad que aún no me creo que vaya a ocurrir en dos semanas. Y además con el acompañante perfecto y definitivo. Necesito estas vacaciones ya. Los dos las necesitamos.