martes, 23 de octubre de 2012

Gracias por insultarme en mi casa

Hace ya dos años de esa entrada. En este tiempo han cambiado bastantes cosas en mi vida. Más de 700 días después ya no tengo un bebé lloroso aprendiendo a vivir, ni tanto déficit de sueño como antes, sino un niño ya mayor, hermoso y charlatán, y una vida más o menos normal. He cambiado nueve veces de trabajo, he pasado por todos los turnos laborales del mundo, he disfrutado de vacaciones y he trabajado en festivos, eso es mi vida normal. Mi hijo por su parte casi ha doblado su peso y mide cerca de un metro, habla como un loro y come bastante bien, aunque como buen niño tiene sus momentos. En esos momentos sigo preocupándome, sigo buscando soluciones sin encontrarlas, sigo pasando mal rato y si me pilla cansada y desbordada me siento mal y tiendo a pensar que es culpa mía. ¿Soy mala madre? No. ¿Soy perfecta? Absolutamente, no. ¿Soy una histérica? Un poco, es parte de mi carácter, aunque lucho contra ello hace ya mucho tiempo y he conseguido controlar en gran parte esta forma de ser. En definitiva, soy una persona normal, con inseguridades, como cualquier otra. En épocas de carencias y dificultades las inseguridades aumentan, me siento más vulnerable. En esa época me sentía tremendamente vulnerable, estaba cansada, probablemente anémica, y no sabía aún muchas cosas que sé ahora. Si llego a haber leído ese comentario entonces, me habría hundido. Hoy me da igual, pero me parece muy desafortunado y poco generoso. Impropio. Feo.