sábado, 6 de septiembre de 2008

Cosas frikis que ver en este mundo de dios

Habré pasado por allí unas doscientas mil veces. Y sólo la última de ellas decidí salirme de la A-1, y coger la salida de Cogollos para comprobar si era cierto. Y efectivamente, allí estaba. El Azor, el barco de recreo de Franco, plantado en medio de la nada entre el motel Azor y un asador que lo completa.

La pregunta siempre es ¿será de verdad el Azor? ¿el verdadero, el genuino, ése en el que gustaba pasearse Franco por el Cantábrico soñando ser marino?

Yo había oído que había varios Azores, pero al parecer sólo fue uno. "Nació" en 1949 y su madrina fue Carmencita Franco. Dicen que Franco disfrutaba mucho a bordo de este barco, y que navegar le hacía ser un poco más persona. Que hasta se reía y hacía bromas, y se olvidaba de su día a día de dictador asesino, odiado y temido a partes iguales.

Gracias a google he sabido que el barco fue comprado en 1996 por el anterior dueño del complejo hostelero, quien pretendió con poco éxito hacer de él un reclamo turístico. Los actuales dueños no quieren que se les relacione con Franco, y afirman haber trabajado mucho para "lavar la imagen del motel". Pero el motel sigue llamándose así, y el barco sigue ahí, desangelado, absurdo, plantado sobre un bloque de hormigón, cayéndose a pedazos y con pintas de que hayan dormido dentro más de una vez en los últimos años.

Nada queda de los dos camarotes de lujo que mandó hacer el dictador para él y para doña Carmen (¿dormían separados?), ni de la madera de fresno que recubría sus paredes. Y es difícil imaginarse las fiestas y las reuniones políticas que se celebraron en su interior, las decisiones de dictador de vacaciones que se tomaron tomado en su cubierta, las jornadas de pesca protagonizadas por su dueño, que, hay que joderse, era gran aficionado a la pesca del atún.

Cuentan que un día que el señorito recalaba por las costas de Hondarribia un golpe de mar hizo que se fuera directo al agua. Un pescador de la zona, al ver bracear a alguien, acudió en ayuda del accidentado. Nadie sabe la cara que tuvo que poner al ver que había salvado de ahogarse al mismísimo Franco, pero tuvo que ser tremenda ya que, cuando este le agradeció infinitamente su actuación y le ofreció como recompensa lo que él quisiera, el pescador le pidió lo siguiente: "No se lo cuentes a nadie".

Para quien quiera ver semejante mastodonte decadente anclado en mitad de Castilla, se encuentra en Cogollos, a unos quince kilómetros de Burgos, casi al pie de la nacional 1.