miércoles, 12 de noviembre de 2008

Quiero cambiar de vida

Digamos que hasta agosto mi trabajo se desarrollaba en una oficina, y que como ya he dicho en septiembre dejó de desarrollarse a tiempo completo en esa oficina. Hasta ahí bien. Un pequeño cambio de planes no previsto pero bueno, asumible... desde entonces no he tenido ni tiempo ni ganas de volver a escribir aquí. De los dos meses y medio que llevo en este nuevo régimen (se me han hecho como seis años) he dormido en casa aproximadamente el 25% de las noches. Llevo dos meses y medio de hotel en hotel, y de wifi de hotel en wifi de hotel (menos mal que existe internet, y el Facebook, y el correo electrónico... te hacen poder llevar una vida rara pero seminormal de contacto con tus cosas, de comunicación con tus amigos a raticos... ay que horror, me releo y es espeluznante lo que acabo de decir....).


He pedido el hilo. Decía que llevo dos meses y medio viajando sin parar. El curro no está mal (aunque me gusta más hacer otras cosas, no es la faceta que más disfrute de mi trabajo), los compañeros son majos, nos reímos, tomamos cañas... pero una ya no tiene 25 años y cada vez llevo peor esta vida de carretera, que parecemos una orquesta.

Se me acumulan las cosas por hacer, recados banales, otros importantes, detalles claves en mi vida, planes que harían que mis cosas fueran mejor, proyectos que nunca puedo empezar porque no tengo tiempo... me faltan muchos ratos con mi pareja, estar más pendiente de mis amigos, dedicarme a mi casa y a mis cosas... en fin, que después de muchos años vagando sin saber bien lo que quiero, sin tener un plan de vida, cuando empiezo a vislumbrarlo desde luego no se parece en nada a lo que estoy viviendo ahora. Cada cosa tiene su momento, y yo, en este momento, no quiero llevar la vida que estoy llevando.

¿Qué hacer?

sábado, 6 de septiembre de 2008

Cosas frikis que ver en este mundo de dios

Habré pasado por allí unas doscientas mil veces. Y sólo la última de ellas decidí salirme de la A-1, y coger la salida de Cogollos para comprobar si era cierto. Y efectivamente, allí estaba. El Azor, el barco de recreo de Franco, plantado en medio de la nada entre el motel Azor y un asador que lo completa.

La pregunta siempre es ¿será de verdad el Azor? ¿el verdadero, el genuino, ése en el que gustaba pasearse Franco por el Cantábrico soñando ser marino?

Yo había oído que había varios Azores, pero al parecer sólo fue uno. "Nació" en 1949 y su madrina fue Carmencita Franco. Dicen que Franco disfrutaba mucho a bordo de este barco, y que navegar le hacía ser un poco más persona. Que hasta se reía y hacía bromas, y se olvidaba de su día a día de dictador asesino, odiado y temido a partes iguales.

Gracias a google he sabido que el barco fue comprado en 1996 por el anterior dueño del complejo hostelero, quien pretendió con poco éxito hacer de él un reclamo turístico. Los actuales dueños no quieren que se les relacione con Franco, y afirman haber trabajado mucho para "lavar la imagen del motel". Pero el motel sigue llamándose así, y el barco sigue ahí, desangelado, absurdo, plantado sobre un bloque de hormigón, cayéndose a pedazos y con pintas de que hayan dormido dentro más de una vez en los últimos años.

Nada queda de los dos camarotes de lujo que mandó hacer el dictador para él y para doña Carmen (¿dormían separados?), ni de la madera de fresno que recubría sus paredes. Y es difícil imaginarse las fiestas y las reuniones políticas que se celebraron en su interior, las decisiones de dictador de vacaciones que se tomaron tomado en su cubierta, las jornadas de pesca protagonizadas por su dueño, que, hay que joderse, era gran aficionado a la pesca del atún.

Cuentan que un día que el señorito recalaba por las costas de Hondarribia un golpe de mar hizo que se fuera directo al agua. Un pescador de la zona, al ver bracear a alguien, acudió en ayuda del accidentado. Nadie sabe la cara que tuvo que poner al ver que había salvado de ahogarse al mismísimo Franco, pero tuvo que ser tremenda ya que, cuando este le agradeció infinitamente su actuación y le ofreció como recompensa lo que él quisiera, el pescador le pidió lo siguiente: "No se lo cuentes a nadie".

Para quien quiera ver semejante mastodonte decadente anclado en mitad de Castilla, se encuentra en Cogollos, a unos quince kilómetros de Burgos, casi al pie de la nacional 1.

martes, 5 de agosto de 2008

Objetivo: Londres

Mi primer viaje "adulto" al extranjero, es decir, sin padres, fue en 1988. Amama estaba enferma, y mis padres, que pensaban mandar a mi hermano a Francia ese verano, decidieron mandarnos a los dos y dejarse de líos. Yo era un poco pánfila, y no tenía ni idea de francés. Pero allí que me fui, todo un mes a un bonito pueblo costero de la bretaña francesa. Vivía en casa de una familia de tres hermanos de sangre y otros tres medio acogidos-medio adoptados. Los padres eran encantadores, y no tenían ningún pudor en secarse el pelo en pelotas con la puerta del baño abierta él, o en contarme cómo se había quemado en la playa ella, y para demostarlo enseñarme las tetas achicharradas por el sol en medio de la cena.

Iba a todas partes en bicicleta. Hice más kilómetros que Perico Delgado ese año en el Tour, que por cierto ganó la carrera para disgusto de mi familia y vecinos y alegría de los estudiantes españoles. Recorría la zona en una bici chachi de marchas, pequeñita como yo, por unas autopistas que ni la M30, para desdesperación de mi madre, que me veía atropellada bajo cualquier coche. Muchas noches volvía a las mil a casa por unas calles vacías cantando a voz en grito mientras pedaleaba porque me se me hacía largo el camino y, sí, porque me daba un poco de miedo.

Hice kayak, visité sitios alucinantes, conocí mucha gente, comí gofres y pains au chocolat, me medio enamoré de un gavacho, aprendí francés, a administar mi dinero, a ser independiente y a echarle cara a las cosas, y todo en un mes.

Repetí un año más. Luego fui a Irlanda tres años. Durante los diferentes cursos hice intercambios con el colegio en las ciudades francesas de Pau, Nantes, Paris y Marsella, entre otras. Otros veranos me las arreglaba para escaparme a otros países buscando las fórmulas más extrañas, y conseguí que el Gobierno de Navarra me financiara un viaje a Italia y otro a Portugal. Además, durante la carrera me fui un año a estudiar a Burdeos. A lo largo de estos viajes hice miles de tonterías, conocí muchísima gente, y me medio enamoré de algunos chicos. Algunos no me hicieron ni caso pero otros, inexplicablemente, me hicieron vivir historias alucinantes.

Más adelante, ya fuera de la órbita estudiante, he tenido ocasión de visitar otros países que no fueran Francia, demasiado presente en mi vida. Algunos seguían siendo francófonos, otros anglosajones. Incluso he visitado varios continentes. Pero nunca había ido a Londres. Sólo una vez, trabajando, tuve la ocasión de pasear por sus calles durante, aproximadamente, tres horas. Eso fue todo. Tenía tantas ganas de explorar a fondo esa ciudad que aún no me creo que vaya a ocurrir en dos semanas. Y además con el acompañante perfecto y definitivo. Necesito estas vacaciones ya. Los dos las necesitamos.

jueves, 31 de julio de 2008

Preparando el viaje a Londres

Hace ya un buen tiempo que decidí que lo mío era el trabajo de oficina. Yo no trabajo en una oficina, pero lo que hago es igual de rutinario y aburrido a veces, aunque otras tengas la oportunidad de ver cosas que nunca imaginarías. El caso es que decidí que mi trabajo, que tiene dos vertientes, de exterior y de interior, yo quería desempeñarlo en el interior. Bien. Pues esta semana, cosas de la vida, me ha tocado exterior. Vaya por Dios. Hazte la maleta, coje un avión en plena época de vacaciones... cómo estaba el aeropuerto, daban ganas de volverse a casa, lleeeeno de gente envasando sus maletas al vacio, con bermudas, piratas y chanclas, y bolsitos de esos de viaje con bolsillos secretos para la panoja... de ésos que llevan los secretas de mi barrio con el kit del pequeño policía, pero estos con los pasaportes rumbo a un resort del Caribe, o a Orlando... o a sitios peores...

Y como yo no dejo de ser otra veraneanta más entre tantos, que sueña con sus vacaciones como todos, pues me metí en un Relay mientras se acercaba la hora de mi vuelo y me compré una guía de Londres. Porque me voy a Londres, sí señor. Acompañada de un señor alto que es mi esposo. Y es que me han dado ¡quince! dias de vacaciones, quince sólo después de un año agotador en el que no he parado de trabajar. El verano pasado terminé de trabajar un miércoles y el jueves estaba volando a Japón, donde estuve 20 días sin parar de andar y ver cosas. Cuando llegué a casa y encendí el móvil, tenía un mensaje urgente donde me ofrecían trabajo e incorporación inmediata. No pude ni recuperar fuerzas de las vacaciones.

Lo de Londres la verdad es que es un plan B después de ver que viajar a NY, que era el plan A, a pesar de que el dólar está tirao, salía demasiado caro para nuestra economía. Pero estoy emocionadísima, porque no conozco Londres. Mi acompañante sí lo conoce, su hermana vivió allí un tiempo y estuvo visitándola de jovencillo. La anécdota más contada de ese viaje es que un amigo les echó un tripi en el zumo por la mañana y flipados perdidos se fueron a Hyde Park, donde se subieron a un árbol a ver pasar gente mientras comían manzanas (supongo que compradas, no del árbol), hasta que se tuvieron que ir después de que uno de ellos se bajara del árbol flipado porque el color de su manzana era exactamente igual que el del gorro que llevaba una señora que pasaba por allí, y para comprobarlo se acercara tanto a ella, y pegara tanto la manzana a su gorro, que la señora se viera seriamente amenazada. Un poco más y acaban en el cuartelillo.

La guía me la estoy empollando a raticos (me encanta preparar los viajes, y luego reconocer las cosas de las que he leído el cómo, el cuándo y el por qué´, y ver que no tenían nada que ver con la idea que te habías hecho de ellas en la cabeza). Pero aún así si alguien tiene alguna sugerencia sobre qué ver en Londres, rincones imprescindibles, cosas que no salgan en las guías, planes divertidos y excéntricos, que no sean muy caros... se la acepto encantada. Hoy mi hermano, por ejemplo, me ha recomendado un telescopio que te permite ver lo que pasa en NY en tiempo real. Flipante ¿eh? Así podemos decir que hemos visto un poco de NY también.

lunes, 28 de julio de 2008

Finde perrofláutico

Recién llegada del fin de semana procedo a contar cómo han ido las cosas y dar así un par de pistas a quienes puedan andar buscando qué hacer en sus ratos libres. En concreto son dos las ideas: salir de la ciudad, y ver a los viejos amigos. Nosotros hemos hecho las dos. El resultado ha sido un encantador fin de semana de lo más perrofláutico.

Resulta que todos tenemos un pasado, y él también. En él todos eran flacuchos, melenudos, y llevaban elásticos. Fumaban porros y escuchaban heavy metal non stop. Hoy algo queda de todo eso. Los pelos van (algo) más cortos, se duchan más a menudo y los kilos (pocos, son todos unas sílfides) ya se dejan ver en la tripita. Conservan el humor, muchas aficiones y algunos hasta la cazadora vaquera de entoces. Y siguen siendo colegas. Y como se da la circunstacia de que todos esos colegas tiran al monte que no veas, pues al monte que nos hemos ido.

Tampoco hemos ido tan lejos. Setenta kilómetros nada más, pero hemos disfrutado del cambio como nadie, y hemos (bueno, he) hecho cosas absolutamente nuevas. Tengo que admitir que tras 10 años en Marid apenas conozco sus sierras, ni sus pueblos. Este finde he ido a un pantano, no me he bañado pero no pasa nada porque no lo hago nunca, aunque estemos a 40 grados (será por falta de grasa en el cuerpo que todas las aguas del mundo me parecen frías). He disfrutado viendo como chapoteaban los chavales, y he alucinado con la luz tan bonita que daban las ocho de la tarde por esas zonas. He visto teatro de calle, ¡y me ha gustado! Con argentino y clawn incluidos. ¡He pasado frío! Milagro, con la de noches sin dormir que llevaba por el calor en Madrid. He comido bocatas rodeada de desconocidos en las piscinas del pueblo, y bebido sin fin en casa de un chico al que su abuela se le aparecía después de muerta cuando era pequeño. Y almorzado en un mesón abandonado y ahora reivindicado como espacio en favor de colectivos de mujeres oprimidas. Todo muy normal, lo sé, pero tremendamente encantador. Y tan cerca de casa que no hacerlo más a menudo es pecado. Y lo mejor, ver reírse a los colegas de siempre como si no hubiera pasado el tiempo.

Nunca dejéis de ver a los viejos amigos, ni dejéis de disfutar de las cosas sencillas. Cursi, pero real.

jueves, 17 de julio de 2008

Quien tienen un tío en Graná...


Conocí Granada hace muchos años, cuando iba al colegio. Pero cuando pienso en Granada siempre me acuerdo de otra historia. Vivíamos aún en la era pre móvil. Por aquel entonces mi amiga acababa de despedirse de su trabajo en una gran empresa de telecomunicaciones, una empresa que ahora, en la era del móvil, controla nuestras vidas. Para celebrarlo decidió irse de viaje por Andalucía, sola con su mochila. Y yo decidí reunirme con ella el fin de semana en Granada. Ella estaría ya allí, alojada en un albergue juvenil. Yo iría en autobús después de clase. Y así fue. Cogí el autobús a media tarde, no recuerdo la hora. Recuerdo que cuando ya llevaba muchas horas en el bus, mirando por la ventana y viendo cómo fuera se hacía ya de noche, empecé a pensar en lo jodidamente lejos que estaba Granada, y en que no llegábamos nunca. También pensé que yo no conocía Granada, y que no sabía cómo encontrar a mi amiga, ni tenía dónde dormir esa noche cuando llegara… Todo había sido tan rápido, la idea del viaje, la cita planificada hacía más de una semana (recordemos que entonces no había móviles). Empecé a ponerme un poco nerviosa.

Pero lo mejor estaba por llegar.

Cuando por fin entrábamos en la estación de autobuses de Granada, eran las mil de la noche. Y al mirar por la ventana, la vi allí, esperándome. Fue como una aparición mariana. Luego me contó que entró en la estación al mismo tiempo que entraba el autobús, pero que no sabía que ése era el bus de Madrid, que de hecho no tenía ni idea de a qué hora llegaba yo, simplemente se pasó por la estación por un impulso justo en el momento en que yo llegaba. Fue un milagro.

Esa noche salimos por ahí. Alucinamos con el concepto tapas, algo que ni en Barcelona, ni en Pamplona, ni en Madrid, nuestros referentes más inmediatos, se estila nada. Luego buscamos algún bar divertido donde tomar algo. Como andábamos un poco perdidas, decidimos preguntarle a un chico que estaba apoyado en una farola con pintas de esperar a alguien. Resultó que estaba esperando a sus amigos, y nos invitó a esperarles con él y luego irnos con ellos de marcha. Lo único que le preocupaba era que sus amigos nos parecieran un poco raros. Mi amiga se meaba de la risa. “¿Qué pasa, que van disfrazados de mujer?” decía. Cuando llegaron nos quedamos boquiabiertas. Nunca habíamos visto a una dragqueen tan de cerca. Llegaron montando el escándalo y nos llevaron con ellos toda la noche por los locales más locos de Granada. Parecíamos amigos de toda la vida.

Al día siguiente no recuerdo lo que hicimos. Seguro que fue más aburrido que ese primer contacto con Granada. Qué divertido. Aún hoy, once años más tarde, nos gusta recordarlo una y otra vez, y se lo contamos a cualquiera en cuanto podemos. Y espero poder contarlo juntas muchos años más. Mi Moni, cómo la quiero.

Luego he vuelto a Granada varias veces. Todas ellas muy divertidas, culturales e interesantes. Ninguna como esa.

lunes, 7 de julio de 2008

Planes para los ratos libres

Para los que aún tienen dudas sobre qué hacer en su tiempo libre, les voy a dar un par de ideas.

Que quede bien claro que la gestión del tiempo libre no siempre es fácil. Yo ante la duda generalmente decido perderlo. Pierdo el tiempo todos los días. Me levanto tarde, como y me voy a trabajar. Es lo malo que tiene trabajar de tarde en verano: te acuestas tarde, duermes mal, te levantas tarde, trabajas, llegas tarde y te acuestas tarde porque te cuesta dormir, te levantas tarde y así toda la semana. Bueno, al grano. Que para no dejarme llevar por esta desidia me he apuntado a pilates tres días a la semana.

Pues esa es una de mis ideas de hoy. El pilates mola. Es fuertecillo pero tampoco debe de serlo mucho cuando yo que no hago nunca gimnasia ni nada que se le parezca aguanto las clases muy bien. Empecé el viernes. Y sienta bien, oye. Espero quitarme los dolores de espalda y coger un poco de cuerpo para lucir en mis esperadas vacaciones, y así, cuando llegue agosto y pongamos el último plano del último programa, y mi amante esposo y yo cojamos un avión rumbo a algún sitio aún por determinar, pueda ponerme ese bikini nuevo que me voy a comprar y llevarlo con garbo por las playas más cálidas del mundo. Otro efecto beneficioso del pilates es que llego a casa con un hambre que te cagas, y como muy bien, así que tendré más y mejores carnes que lucir.


Otra idea para no quedarse en casa el fin de semana pasando calor. Desde Madrid es una escapada perfecta. A dos horillas está el Monasterio de Piedra, un vergel alucinante. Es un parque natural donde el río Piedra ha ido creando saltos, lagos, rápidos, cuevas, y formaciones insólitas.


Está cerca de Calatayud, se llega muy fácilmente. Desde Madrid, por la A-2 salida 204, por Alhama de Aragón. Luego hay unos veinte kilómetros más rodeando un lago y subiedo por una carretera de curvas que atraviesa Nuévalos, y justo justo pasando este pueblo a la derecha está la entrada al parque.


Alucinantes las caídas de agua, que se pueden ver desde varios puntos.



Alucinantes también las grutas formadas por el agua, llenas de murciélagos, y que te permiten tener visiones distintas del discurrir del agua.

Alucinante este lago de agua de manantial, cristalina y estática como un vidrio, o como un espejo, según la mires...


Y por supuesto, muy fresquito todo.



Con la misma entrada del parque (sí, cuesta dinero entrar... todo sea por la conservación) se puede visitar el monasterio, que existe, aunque no merece mucho la pena. Es un monasterio de finales del románico y principios del gótico, que está entre derruido y demasiado reconstruido.


La parte más destrozada tiene el encanto de lo roto. Lo demás es bastante feo. El día que estuvimos encima estaban preparando una boda, lo que daba un poco más por saco.

A la vuelta, en Alhama de Aragón, antes de coger de nuevo la autovía, puedes parar en este sitio.

Las Termas Pallares es lo que parece, un balneario algo casposo lleno de viejos (aunque por dentro debe ser de ultralux y para bolsillos pudientes) pero que esconde un secreto chachi, un lago termal cuya agua mana a 32º y que se mantiene todo el año a 27º. Alucinante. Una que es friolera no veas como disfrutó.
Como hacía calor costaba un poco entrar pero una vez dentro, es que no podías salir... Además, es que cuando digo lago es que es eso, un lago, con sus pececillos, su agua clarísima pero llena de elementos flotantes, alguitas, insectos, caracolillos y musgo. Un flipe. Un poco cara la entrada pero para estar un buen rato merece la pena.



Por cierto, qué fea me ha quedado la distribución de las fotos. Prometo mejorar.

martes, 24 de junio de 2008

¿Debo dejar a mi pareja?

Por consejo de una gran amistad decidí instalar en mi blog eso que se ve a la derecha, un gadget que permite saber de dónde viene la gente que entra en esta página. Mi amiga me dijo que era muy divertido y curioso, y como yo además tenía la extraña sensación de que Nadie con mayúsculas me leía, pues por pura curiosidad morbosa quise comprobar tan dura realidad. Me costó unos cuantos minutos y algo de ayuda, pero conseguí ponerlo. Y cuál es mi sorpresa al ver que así, con cuentagotas, sí que hay quien entra, buscando eso sí cosas que probablemente no van a encontrar nunca.

Puedo decir sin que me duela mucho que casi el 100% de la gente que entra aquí lo hace buscando en google. Casi todos ellos buscan soluciones a una vida aburrida. La entrada "Cosas que hacer en los ratos libres de la vida" es la que más visitas recibe, ya que inexplicablemente hay mucha gente que aún cree que el señor Google les va a decir qué hacer en sus ratos libres, y así se lo preguntan: qué hacer en los ratos libres. Me pregunto si habrá mucha gente que llegue a este post buscando saber si debe dejar a su pareja (evidentemente yo no pienso hacerlo).

Mi vida es a veces algo insulsa, tristona, grisácea, normalucha, pero vaya, puedo decir con la cabeza bien alta que jamás he necesitado mirar en google qué hacer en mis ratos libres, así, en general. Si acaso se lo pregunto a un amigo en un bar. O a mi esposísimo pero en plural: ¿qué hacemos hoy, que tenemos tiempo libre? ¿cine, o nos quedamos en casa, vemos la tele, me haces masajes en los pies y me quedo dormida en el sofá? En el supuesto de que esta conversación llegara a ocurrir, probablemente elegiríamos la segunda. Lo digo para quien pueda pensar que desdeño a quienes no siempre tienen planes, o una vida social agitada, o unas inquietudes culturales espectaculares. Yo tampoco los tengo, pero tengo amigos, y tengo claro en qué quiero emplear mi tiempo, o por lo menos con quién.



Animo a todo el mundo a trasladar esta pregunta a quien tengan más cerca: vecinos, compañeros de trabajo, o de clase. Amigos o simples conocidos. Pareja, por supuesto. Hacer cosas en los ratos libres siempre es más divertido en compañía. Y sobre todo, hacérsela a uno mismo: ¿qué me apetece hacer? ¿qué me interesa? ¿qué actividades, o qué opciones culturales me ofrece hoy mi ciudad? ¿con quién quiero disfrutar de ellas?


Si alguien no sabe qué hacer, me lo puede preguntar a mí. No siempre tengo ideas brillantes pero se me pueden ocurrir bastantes cosas. Yo creo que si de repente no tuviera nada pero que nada que hacer me volvería a ver desde el principio y del tirón todas las temporadas de A dos metros bajo tierra. Una buena manera además de reflexionar sobre aprovechar el momento.

miércoles, 18 de junio de 2008

La naturaleza es peligrosa

La cabra siempre tira al monte, y mi familia un poco también. Hasta donde me llega la memoria tengo el recuerdo de esos fines de semana de monte. Mis padres se juntaban con otras parejas amigas y sus hijos y nos íbamos todos a pasar el domingo a la montaña. A veces algunos adultos se quedaban con los niños para que el resto pudiera hacer alguna pequeña ascensión, o una ruta más larga.

Recuerdo esas excursiones como algo bastante infernal. No me gustaba el monte, no me gustaba andar, y me aburría bastante. Me reñían por todo, por correr cuando estábamos subiedo (¡te vas a marear!), y por correr bajando (¡no pises las piedras!), y por correr en zona de simas (¡a ver si te caes en una!) Tengo hasta el recuedo de que el doctor, uno de los amigos montañeros de mis padres, tuvo que echar el brazo una vez y cogerme al vuelo para evitar que me tragara la tierra. En cuanto fui un poco más mayor y pude negarme a ir me descolgué de estas excursiones.

Mi hermano sin embargo se enganchó con la montaña. Mi padre y él se iban entonces solos con el doctor y su familia. Luego comenzó a ir al monte con sus amigos. Primero eran excursiones de día, luego de fin de semana y pronto empezaron a hacer una travesía anual de varios días, durante los que mi madre vivía con el corazón en un puño. Pero esto es otra historia.

Total que el fin de semana pasado (aproximadamente 25 años después de los hechos que relato un poco más arriba) mis padres se fueron con el doctor y su mujer a Aranzazu. El domingo amaneció fresquito y con niebla. Mi padre y la mujer del doctor se empeñaron en ir a dar una vuelta por el monte. Mi madre y el doctor, sabiamente, decidieron quedarse en el albergue. Lo que ocurrió en el monte no he conseguido aún que me sea relatado. Pero la realidad es que los bomberos tuvieron que subir a buscar a mi padre, y bajarlo a Mondragón con una fractura abierta de tibia, peroné y no sé cuántos huesecillos del pie. 30 horas más tarde (que incluyeron una hora y media de ambulancia) entraba en quirófano y ahora está el pobre postrado en la cama de un hospital y con tres meses por delante de muletas y rehabilitación.

Si es que ya lo decía yo, que la naturaleza es peligrosa.

miércoles, 4 de junio de 2008

Sale el sol y parece que se alegran los corazones

Estamos a primeros de junio y ayer llovía como si fuera el fin del mundo. La cara de este tiempo loco que tenemos la vemos en los telediarios. Pantanos recuperados, cauces ayer secos por los que hoy corre el agua que da gusto, y mucha gente que se olía restricciones en verano estará respirando tranquila. La cruz, algunas granizadas destroza coches y cosechas, crecidas que inundan huertas y garages, y consecuencias propias de una meteorología enloquecida. Pero sobre todo que cuarenta millones de españoles sufren, como sufro yo, una depresión de caballo por esta primavera tan poco soleada.

Hoy por fin se han retirado las nubes y parece que brilla el sol. Qué ganas de quitarse una la cazadora y las botas, de estrenar mi falda nueva, regalo de cumpleaños, de calzarme las sandalias y guardar ya los calcetines, de llevar una rebeca para por si acaso pero no tener que ponérmela, de ir a la gipsy terraza a tomar cañas, o a la terraza de la Uned, desde la que se ven los tejaditos de Lavapies, de pasear por Argumosa, el paseo marítimo de Madrid, ¡de ir a la piscina! Sí, tengo ganas de ir a la piscina a tomar el sol, incluso de darme un chapuzón. Y coger colorcito... monerme morenita... llevar siempre gafas de sol en el bolso... lucir hombros... hacer escapadas a la playa...

Cuando la depresión por falta de sol me deja, cumplo con mis obligaciones poco a poco. . Hemos puesto el agua en casa y pedido presupuesto para pintar la cocina. Los temas legales de la casa siguen donde están, pero por lo menos estamos ya enterados de todo. La estantería sigue sin estar colgada pero este finde lo lograré hacer ya (necesito ayuda, si no lo haría yo sola). El colchón viejo sin embargo sigue donde siempre, estorbando, y la ropa vieja también (siempre se me olvida tirarla). He chequeado mi economía y firmado mis liquidaciones. Ahora tengo que mirar que me paguen lo acordado en mi actual empresa, que creo que me quieren dar gato por liebre.

Aún tengo pendiente el oculista, He ido al médico, que me ha pedido que engorde por favor (añado a mi lista una obligación más: comprar una báscula). Me preocupa lo de mi peso, y a mi médico también. Me ha recetado unas cápsulas que me abren el apetito. Y dice que haga un esfuerzo por comer. Y tengo que hacerlo. Es increíble cómo el cuerpo puede a veces rebelarse y no hacer caso a la razón. Es una especie de desidia que me impide comer. No es que no tenga hambre, es que no me apetece. Y mira que yo como poco, pero siempre he disfrutado de la comida. Ando rozando la anorexia, y tengo que salir de ese bache como sea.

Y, hablando de cosas más agradables que tengo que hacer, también tengo que hacer efectivo el regalo de cumpleaños de mi madre: ropita interior nueva y una cómoda para meterla toda.

Este verano me había propuesto no hacer vacaciones a lo grande y ahorrar. Hacernos un Fuente o un Santander, a las casas familiares, de tranquis... y pensar en los del embarazo. Pero todo es tan horrible últimamente y tengo tanta necesidad de ser feliz y de que él lo sea también, y de ser felices juntos, que he pensado que vamos a hacer lo que él quiera, que se lo merece. Y ahora parece que puede ser un NY. El plan B es unas Canarias de no hacer nada, en el supuesto en el que necesitemos descansar y NY nos salga demasiado caro.

Habrá que empezar a mirarlo. Más que nada porque da buen rollo... me encanta preparar los viajes.

lunes, 5 de mayo de 2008

Corrala

El edificio representativo de Madrid por excelencia es la corrala. Son casas construidas en torno a un patio, con balcones corridos a los que dan las puertas de acceso a las casas. Estas por lo general son pequeñas, y en ellas vivían los pobres y los humildes. La vida de los vecinos giraba en torno al patio. Algunos relacionan sus orígenes con los famosos Corrales de Comedias de la misma época. Una de las más famosas de Madrid es ésta, situada en la calle Tribulete.



Pues bien, yo vivo en una corrala. Está en Lavapiés, en pleno barrio de Embajadores (barrio más castizo en Madrid no puede haber).

Su origen se remonta a finales del XIX. Lo pone en un grabado en piedra a la entrada. A diferencia de la que hay arriba, es una corrala con forma de U. Desde el portal se accede al patio, de planta cuadrada, por lo que sería la base de la U.
Levantando la vista desde ahí se pueden ver los cuatro pisos, rodeados por tres de una balconada que recorre el patio hasta de extremo a extremo por tres de sus cuatro lados. Un ascensor de cristal que se puede coger en el patio sube por la pared de la escalera rompiendo la linea del balcón.

Antiguamente las corralas eran auténticas infraviviendas. Familias enteras se hacinaban en 20 metros cuadrados.
No tenían luz ni agua corriente, y las letrinas eran comunes a todo el piso. Muchas no tenían apenas ventilación, y su único contacto con el exterior era a través de la mis misma corrala.

Hoy muchas siguen siendo pequeñas, pero arregladas tienen su encanto. En mi caso, tengo la suerte de tener una casa exterior, que da tanto a la corrala como a la calle. No es la más grande de la finca pero tiene unas dimensiones mucho mayores que las que dan sólo a la galería. Lástima que la finca tenga actualmente bastante mal aspecto. Estamos en pleno proceso de rehabiliación. A la escalera le hace falta una buena mano de pintura.


Las barandillas de la galería están bastante deterioradas y van a tener que ser sustituidas en muchos puntos. Y la fachada del patio necesita algo más que un repaso.

Hoy, después de 8 meses con un andamio enfrente de mi ventana, por fin puedo abrirla de par en par y disfrutar del mes de mayo, que llega ya con calorcito.

sábado, 26 de abril de 2008

Cosas que hacer en los ratos libres de la vida

Hoy me siento desgraciada. Y se me acumulan los recados. Como me encanta hacer listas, voy a elaborar una para intentar recordar todo lo que tengo que hacer, y así mato dos pájaros de un tiro: me recreo en mi mierda y mi desgracia, y luego imprimo la lista y comienzo a cumplir con mis obligaciones, empezando por el principio y acabando por el final. Sé que eso no va a ocurrir, pero verbalizarlo me ayuda. Cosas mías.

A ver. Cosas que hace tiempo que tengo que hacer:

- Ir al oculista. Cada vez veo peor. Son esas malditas pantallas con las que trabajamos. Me lloran los ojos, no enfoco bien, y a este paso voy a quedarme cegata.

- ir al médico a hacerme un chequeo. Necesito reconstituyentes y vitaminas, y algo que me abra el apetito. Me estoy quedando en los huesos. Y soy incapaz de comer. Ayer cuando llegué a casa estaba tan cansada y tan deprimida que me eché en el sofá, me serví una cerveza y fui incapaz de prepararme algo de cena. Aún sabiendo que no me lo puedo permitir, no tengo el impulso de ir a la nevera y hacer algo sencillo. Prefiero ayunar como una imbécil, y dejar que mi cuerpo tire de defensas y de calorías que no tengo. Más que vitaminas, igual necesito un psicólogo.

Cuando me siento así, pienso en lo difícil que tiene que ser para un gordo no comer aún sabiendo que si sigue así va a acabar fatal. Aunque le digan que puede enfermar, que no podrá tener hijos, que puede incluso morir. Si yo soy incapaz de hacer lo contrario, de comer aunque sepa que lo necesito, dejar de comer debe de ser igual de duro ¿no?

- Ir al banco a chequear mi economía. ¡Y a cerrar la cuenta de Caja Madrid! ¡Mierda, se me había olvidado!

- Súperimportante y relacionado con la economía. Ir a firmar mis dos últimas liquidaciones a las dos últimas empresas para las que he trabajado. Como casualmente están puerta con puerta, lo haré a la vez.

- Ir a revisión ginecológica. Hace unos meses me chamuscaron un tejido raruno por ahí y quiero saber si todo va bien. Aprovecharé para hablar con ella del tema descendencia, que también tiene su complejidad y tiene que ver con todo lo anteriormente mencionado.

- Tirar ropa vieja. Está en bolsas, seleccionada y todo, pero nunca veo el momento de buscar un lugar donde depositarla.

-¡Coser! Tengo que coser, ¡qué coñazo! Si es que no sé... pero se me acumulan los sujetadores a los que asoma el arito, cada vez tengo menos para ponerme... y luego la chaqueta que me compré por internet, muy bonita pero se le han caído todos los botones. Los he ido recogiendo, otra cosa es que me acuerde dónde los guardé.

- Obras varias: la más importante, llamar al fontanero. Luego: pintar la cocina, y si se tercia el resto de la casa. Cambiar la puerta de entrada. Y si un día nos diera por ahí, el baño. Pero lo del fontanero tengo que hacerlo por dios! que a este paso nos cortan el agua!

- Ah, y colgar esa estantería que compramos hace dos meses... y cuadros, que andan por ahí sin colgar... y deshacernos del colchón del sofá cama, y arreglar el arcón de madera... necesito encontrar un buen restaurador.

Pensar que hace un año estaba pensando en mi viaje a Japón...

martes, 8 de abril de 2008

Emulando a las mejores: así es mi día a día

Una gran amiga y admirada bloguera ha descrito un post con fotos incluidas cómo es un día en su vida. He pensado en hacer lo mismo, pero como yo soy mucho más pudorosa (y más cobarde) voy a hacer un paralelismo. Pongamos que soy cajera de supermercado. Salvo eso todo lo demás es completamente cierto .

Como cada día, lloro al oír el despertador. He dormido fatal. He soñado con cajas de tomates, clientes plastas y con que mi caja registradora no funcionaba correctamente. Salgo de casa sin mucho ánimo, porque en mi supermercado, al contrario que en los demás, nunca se sabe lo que puede pasar.

Cuando llego, mis sospechas se confirman. El súper está cerrado porque están haciendo inventario. Deberían haberlo hecho anoche, pero es que entonces estaban reponiendo las estanterías, ya que por la tarde, cuando normalmente se hace, habían cerrado para ir a merendar. Me siento en una silla a esperar, pensando en que podían haberme avisado la noche anterior, y así no me habría levantado tan temprano, y en lo raro que es todo, porque estoy casi segura de que hace nada hicieron ya un inventario. Cuando acaban, dos horas más tarde, comienza oficialmente mi jornada de trabajo.

Ser cajera no es tan fácil como parece. Continuamente me interrumpen para preguntarme el precio de algún producto, o su localización, o dónde está el número 3 para poder marcar un precio, por ejemplo, 3 euros. O 33 euros. En seguida se me acumulan los clientes en la cola y encima no tengo cambio en la caja, y el rollo de papel de los tickets no ha sido repuesto y se me acaba a las dos horas. Solucionar ambos problemas conlleva inexplicablemente mucho más tiempo del necesario. Cuando me voy a comer no puedo sino afirmar que sólo he atendido a tres clientes. Me voy deprimida, pensando que quizá soy demasiado lenta. Cuando regreso, están poniendo de nuevo papel en la caja, metiendo más dinero para los cambios, y arreglando la tecla del 0 que funciona mal desde el día que llegué, y que ya han reparado varias veces.

Todo eso hace que mi caja esté cerrada una hora, con el atasco correspondiente de clientes en otras cajas.

(Continuará...)

Varíos días más tarde, todo sigue más o menos igual. Ha habido movida. La caja ha muerto definitivamente, las cuentas al final del día no salen y hemos vendido tomates podridos y yogures caducados sin darnos cuenta. Además, el supermercado no funciona. Está colocado al lado de un Dia, que se pelea cada precio; los que busquen delicateseen pueden ir al Corte Inglés de la acera de enfrente; y en el mer ado de la esquina se pueden encontrar los productos más frescos de Madrid. Se rumorea que van a cerrar el negocio, se rumorea que se está justo encima de una falla a punto de entrar en acción, se rumorea que no lo van a cerrar entero, sólo la parte de congelados, se rumorea que un avión hará un aterrizaje de emergencia en la azotea y seremos todos evacuados.

Ante tantos rumores he decidido irme. Providencialmente, porque al día siguiente cerraron los congelados y ya se oye el run run del motor averiado del avión sobrevolando el cielo.

viernes, 11 de enero de 2008

Mi perro

Hace, no sé, más de una década, viví uno de los disgustos más grandes de mi entonces corta vida. Era joven e impresionable, y cuando mi madre me dijo que no podría quedarme el cachorrito que me acababan de regalar pues imaginaos lo que pasó. No me acuerdo de todos los detalles pero seguro que lloré mucho. En defensa de mi madre tengo que decir que tenía toda la razón, y que yo fui la víctima de una encerrona tremenda.

Imaginaros la escena: se acerca el final del verano, incluso diría que era el día anterior a volvernos a casa; unos niños mayores que yo, hijos de unos amigos de mis padres, y con bastante mala idea, me regalan a mí, pequeña, impresionable, llorona, un perro, un perro pequeño, cachorrito, tembloroso... diciéndome que no tenía dueño, y que si no me lo quedaba yo y me lo llevaba conmigo a casa morirá solo de frío y de hambre. Cuando llegué con él a casa mi madre me mandó de vuelta con el recado de que se metieran el perro por el culo, y luego les llamó para decirles que no se jugaba con los sentimientos de una niña más pequeña que ellos. Vamos, que me quedé sin perro.

El caso es que mis padres, después de partirme el corazón, decidieron encargar a los reyes magos que me compensaran esa navidad con un perrito. El perrito no llegó a tiempo, no había nacido aún el 6 de enero, pero me mandó un recado diciendo que llegaría pronto dentro de un libro con todo lo que hay que saber sobre los fox terrier. Aún recuerdo, esto sí, el día que llegué a casa y mi padre me dijo que el perro había llegado ya, y que había que ir a buscarlo.

Cuando llegamos a la tienda (no hay nada más triste que una tienda de animales) el perro temblaba dentro de una jaulita rebozado en paja. Lo cogimos y nos lo llevamos. Su pelo era espeso y duro, y desprendía mucho calor, aunque temblaba de frío. En casa te teníamos preparada la cesta de navidad de mimbre que le había llegado a mi padre ese año con una mantita y una especie de bolsita de carbono que si se agitaba desprendía calor en su interior, porque nos habían dicho que de tan pequeños echan mucho en falta el calor de su madre y de sus hermanos. Dos días más tarde se la tuvimos que quitar porque se la estaba comiendo, y el interior era muy tóxico; la cesta duró un poco más, quizá una semana. Se la quitamos porque se comió el asa entera durante una noche.

Luego llegaron las zapatillas, su mantita, el palo de madera de la escoba, los botones de mi bata, la pared... ese perro era voraz, se lo comía todo, todo lo rompía... no se podía barrer porque se agarraba con los dientes a la escoba y entonces barrías con él en vez de con el cepillo; ladraba a la aspiradora e intentaba pelear con ella, lamía las paredes hasta agujerearlas, robaba comida (una vez se comió una bandeja de jamón envasado entera, con poliespan incluido), mordía los cordones de los zapatos y tiraba de ellos hasta ponerte los pies morados, destrozaba los juguetes de perro, engullía las faldas y las chaquetas de todos los invitados que pasaban por casa.

Una vez se comió la comida de otro perro, éste salió y le pegó un bocado en el espinazo. El pobre perro se escapó aullando de dolor, y cuando apareció de nuevo se echó a los pies de mi padre y se quedó quieto, muy quieto. Pensaban que se había muerto, y hasta lo querían enterrar debajo de un manzano. Pero revivió, e inexplicablemente sobrevivió.

Sobrevivió a esa y a otras muchas, moquillo incluido. Era un superviviente, un ser encantador que vivió 14 años feliz y malcriado en casa de mis padres. Siempre comió como un animal, y no lo llevábamos a correr al campo porque siempre que lo soltábamos liaba una (o mordía a un perro, o espantaba un rebaño de ovejas o jugaba con un burro arriesgándose a recibir una coz bien merecida por plasta). Al final estaba tan gordo que mi padre le compraba pienso light, y tenía que volver a casa muerto de vergüenza con el pienso para perros obesos en una mano y el perro obeso en la otra. Luego resultó que no estaba gordo, sino que retenía líquidos. Por culpa de un problema de próstata le costaba hacer pis, y una artrosis galopante hacía que se moviera con dificultad. Al final le dolía tanto que se negaba a salir a la calle. Un día se puso muy malito y tuvieron que sacrificarlo. Yo vivía fuera por aquel entonces. Fue un perro feliz.

Ayer acompañé a una amistad perruna en un pequeño paseo por la calle y me acordé mucho de mis tiempos a lado de Txiki. Mi perro, ¿dónde estarás?

Un día antes de enterarme de que Txiki había muerto, hablé con mi padre por teléfono. Me costaba entenderle, porque el perro ladraba como un salvaje por detras (lo hacía siempre que sonaba el teléfono: era un posesivo de cuidado). Al día siguiente, ya en persona, me dijeron que había muerto. Yo dije: "¿cuándo? porque ayer le oí ladrar". "Imposible, me dijeron, fue hace quince días".

Yo le oí ladrar.

miércoles, 2 de enero de 2008

Lisboa

La penúltima vez que estuve en Lisboa fue en 2000. Era finales del mes de mayo. No recordaba la fecha exacta, pero ha sido sencillo averiguarlo, porque Pearl Jam actuaba allí esos días y estuvimos viéndoles.

Fue una escapada alocada y espontánea. Él y yo nos habíamos conocido en el trabajo, y llevábamos unas semanas de extraño romance. Nuestro turno era incompatible con la vida normal y social, y pasábamos mucho tiempo juntos. Como nuestras semanas laborales eran de seis días y y nuestros fines de semana de cuatro (que al final se quedaban en tres por el consiguiente cambio de turno), me convenció para irme de viaje con él y unos amigos suyos.

Después de dudar hasta última hora me fui con ellos. Alquilamos un coche y allá que nos fuimos. Pasamos unos días divertidos de los que apenas recuerdo nada, tan solo el agua fría del Atlántico, en la que ellos se bañaron y yo me negué a hacerlo; la estancia en Caparica en un hotel extrañísimo anclado en el tiempo, y las noches en Lisboa en el hostal Fluorencente; las vistas desde lo alto del Castillo de San Jorge subidos a un cañón; y el concierto de Pearl Jam, del que nos enteramos poco antes de que empezara, cuando vimos riadas de gente dirigirse al estadio. Se puede decir que tras ese viaje nos hicimos inseparables.

Y siete años y medio más tarde, juntos por supuesto, hemos vuelto a Lisboa.