lunes, 28 de julio de 2008

Finde perrofláutico

Recién llegada del fin de semana procedo a contar cómo han ido las cosas y dar así un par de pistas a quienes puedan andar buscando qué hacer en sus ratos libres. En concreto son dos las ideas: salir de la ciudad, y ver a los viejos amigos. Nosotros hemos hecho las dos. El resultado ha sido un encantador fin de semana de lo más perrofláutico.

Resulta que todos tenemos un pasado, y él también. En él todos eran flacuchos, melenudos, y llevaban elásticos. Fumaban porros y escuchaban heavy metal non stop. Hoy algo queda de todo eso. Los pelos van (algo) más cortos, se duchan más a menudo y los kilos (pocos, son todos unas sílfides) ya se dejan ver en la tripita. Conservan el humor, muchas aficiones y algunos hasta la cazadora vaquera de entoces. Y siguen siendo colegas. Y como se da la circunstacia de que todos esos colegas tiran al monte que no veas, pues al monte que nos hemos ido.

Tampoco hemos ido tan lejos. Setenta kilómetros nada más, pero hemos disfrutado del cambio como nadie, y hemos (bueno, he) hecho cosas absolutamente nuevas. Tengo que admitir que tras 10 años en Marid apenas conozco sus sierras, ni sus pueblos. Este finde he ido a un pantano, no me he bañado pero no pasa nada porque no lo hago nunca, aunque estemos a 40 grados (será por falta de grasa en el cuerpo que todas las aguas del mundo me parecen frías). He disfrutado viendo como chapoteaban los chavales, y he alucinado con la luz tan bonita que daban las ocho de la tarde por esas zonas. He visto teatro de calle, ¡y me ha gustado! Con argentino y clawn incluidos. ¡He pasado frío! Milagro, con la de noches sin dormir que llevaba por el calor en Madrid. He comido bocatas rodeada de desconocidos en las piscinas del pueblo, y bebido sin fin en casa de un chico al que su abuela se le aparecía después de muerta cuando era pequeño. Y almorzado en un mesón abandonado y ahora reivindicado como espacio en favor de colectivos de mujeres oprimidas. Todo muy normal, lo sé, pero tremendamente encantador. Y tan cerca de casa que no hacerlo más a menudo es pecado. Y lo mejor, ver reírse a los colegas de siempre como si no hubiera pasado el tiempo.

Nunca dejéis de ver a los viejos amigos, ni dejéis de disfutar de las cosas sencillas. Cursi, pero real.

No hay comentarios: